El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky; el primer ministro del Reino UNido, Keir Starmer; y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, conversan después de celebrar una reunión en Londres. (EFE/EPA/JUSTIN TALLIS).
El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky; el primer ministro del Reino UNido, Keir Starmer; y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, conversan después de celebrar una reunión en Londres. (EFE/EPA/JUSTIN TALLIS).
/ JUSTIN TALLIS/POOL
Francisco Sanz Gutiérrez

En medio de la expectativa general y del escepticismo de buena parte de países europeos, los mandatarios de Estados Unidos y Rusia, Donald Trump y Vladimir Putin, respectivamente, sostuvieron este martes 18 su segunda conversación telefónica en poco más de un mes para abordar la guerra en Ucrania y las opciones para encontrar caminos que lleven a un acuerdo de paz o a una tregua, al menos.


Si bien la orden de detener por espacio de 30 días los ataques contra la infraestructura energética de Ucrania es una buena noticia, no lo es -para Europa- que Putin le haya exigido a Trump el cese de la ayuda militar extranjera a Kiev como condición para un arreglo pacífico, ya que ello choca justamente con las intenciones de los países de la Unión Europea, que también ven con recelo no tener espacio en las negociaciones para alcanzar una paz duradera, que no se ve ciertamente como cercana.


La desconfianza entre la UE y el Kremlin hace mucho que está en su pico. Este martes 18 el presidente del Consejo Europeo, el portugués Antonio Costa, remarcó que Rusia representa una “amenaza colectiva” para todos los países del Viejo Continente, no solo para los que están más cerca. Por su parte, antes de dialogar con Trump, Putin señaló que “sea cual sea la evolución de la situación” las potencias occidentales “siempre intentarán frenar y debilitar a Rusia”

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Un destino desacostumbrado

La tradición no escrita dicta que el primer viaje al exterior del jefe de gobierno de Canadá sea a Washington. Mark Carney, primer ministro desde el viernes 14 tras suceder a Justin Trudeau, rompió el molde: este lunes 17 estuvo en París primero y luego en Londres para -según sus propias palabras- reforzar sus lazos con “aliados confiables” como Francia y Reino Unido. ¿Una indirecta a Donald Trump en medio de la tensión de las últimas semanas? En todo caso, el flamante primer ministro matizó diciendo que no intenta buscar apoyos para una “represalia coordinada” contra Estados Unidos en materia comercial.

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En el dolor, aliados

En ambas capitales europeas, Carney y sus anfitriones Emmanuel Macron y Keir Starmer insistieron en su voluntad de seguir apoyando a Ucrania (el líder canadiense invitó a Volodimir Zelenski a la cumbre del G7 en junio) y de apuntalar la seguridad europea, haciendo bastante cierta la opinión de analistas que dicen que la Europa del optimismo ha dado paso a la Europa de la supervivencia ante el giro tomado por EE.UU. con la Administración Trump. “Somos el más europeo de los países no europeos, decidido como ustedes a mantener las relaciones más positivas posibles con Washington”, clamó Carney.


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Un menor protagonismo

Con la expectativa mundial en el diálogo telefónico entre Trump y Putin, el plan francobritánico para asegurar cualquier alto el fuego en Ucrania ha quedado relegado. Londres anunció en las últimas horas que la Coalición de Voluntarios, a la cual podrían unirse más de 30 países, se ha comprometido a aumentar la presión sobre Rusia para forzar a su presidente a sentarse a negociar un acuerdo de paz, así como poner en marcha “planes más robustos” que garanticen la seguridad futura de Ucrania, como un posible despliegue de tropas en suelo ucraniano. Pero es cierto que sin apoyo de Estados Unidos de poco servirá.



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