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Irán se aleja del OIEA: “Ahora tiene todos los incentivos para desarrollar armas nucleares”, advierten expertos
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Irán se encuentra a un paso de concretar una de las decisiones más delicadas en el terreno diplomático y nuclear de los últimos años: cortar toda cooperación con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), la agencia de Naciones Unidas encargada de vigilar el cumplimiento del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). La medida ya ha sido aprobada por el Parlamento y ratificada por el Consejo de Guardianes. Solo falta la firma del presidente Masud Pezeshkian para que se haga efectiva.
El plan implica la expulsión de todos los inspectores internacionales del país, el cierre del acceso a sus instalaciones atómicas y el cese de cualquier tipo de reporte técnico o intercambio de información con el organismo. Aunque el texto contempla una eventual reanudación de la cooperación, esta quedaría condicionada a garantías de seguridad para sus científicos y libertad plena para seguir enriqueciendo uranio.
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La decisión ocurre en un contexto especialmente tenso: después de doce días de guerra con Israel y Estados Unidos, ataques a instalaciones nucleares iraníes, y un alto el fuego que entró en vigor el último martes. La reactivación del conflicto ha devuelto el programa nuclear iraní al centro del tablero internacional, justo cuando el expresidente estadounidense Donald Trump anunció que la próxima semana se reanudarán las negociaciones con Irán.
De Obama a Trump: historia de un acuerdo en ruinas

El punto de quiebre tiene historia. En 2015, bajo la presidencia de Barack Obama, Irán y seis potencias (EE.UU., Reino Unido, Francia, Rusia, China y Alemania) firmaron un histórico acuerdo que limitaba el programa nuclear iraní a cambio del levantamiento de sanciones. Sin embargo, en 2018, el entonces presidente Donald Trump retiró unilateralmente a EE.UU. del pacto y reactivó sanciones económicas, debilitando el incentivo para Irán de mantenerse dentro de los márgenes acordados.
“Con Trump se rompió el acuerdo y desde entonces Irán no tiene motivos reales para seguir colaborando. Se le ha presionado, sancionado y atacado, sin ninguna garantía”, explica a El Comercio Alonso Cárdenas, politólogo y docente de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM). A su juicio, el régimen iraní “tiene hoy todos los incentivos para desarrollar un arma nuclear, incluso con apoyo de sus aliados estratégicos, como Rusia o China”.
Para el docente, este contexto está cargado de presiones que empujan a Irán hacia una vía más radical. “Lo que está ocurriendo ahora, sumado a lo que ha sucedido en el pasado con países como Irak o Libia, está empujando a Irán en esa dirección. El régimen de los ayatolás tiene todos los incentivos para desarrollar armas nucleares”, advierte.
Mayte Dongo, internacionalista y docente de la PUCP, considera, por su parte, que esta nueva decisión iraní no debe leerse como una ruptura definitiva, sino como un movimiento táctico: “No lo veo como un asunto cerrado. Irán ha cooperado con la OIEA desde 1958. Esto es más bien un elemento de negociación en las conversaciones que van a abrirse nuevamente con Estados Unidos”, dice a este Diario.
¿Precedente o pretexto?
El reciente conflicto comenzó tras una serie de bombardeos lanzados por Israel el 13 de junio, seguidos por ataques “sin precedentes” de EE.UU. contra instalaciones clave como Fordó, Isfahán y Natanz. Las autoridades iraníes acusaron al OIEA de no haber condenado los ataques y de haber aprobado una resolución que lo señalaba por incumplimientos técnicos.
Dongo matiza el impacto real de ese documento: “El informe del OIEA no dice que Irán está construyendo una bomba. Señala que hay problemas con la entrega de cierta información, pero no que se esté preparando armamento nuclear. Por eso, más que un antecedente del ataque, el informe fue usado como parte del argumento para justificarlo”.

Un mensaje perverso
Ambos especialistas advierten que la actual dinámica internacional está enviando señales peligrosas. “El mensaje que recibe Irán es claro: si cooperas, te atacan; si tienes armas nucleares, nadie se mete contigo”, afirma Dongo. Y pone ejemplos concretos: “Corea del Norte no coopera, pero no es objeto de ataques precisamente porque ya tiene armas nucleares. Israel no está en el TNP, tiene armamento nuclear, y no enfrenta la misma presión que Irán”.
El trasfondo de este razonamiento genera una distorsión en los incentivos del sistema internacional. “Las amenazas y los ataques no convencen a Irán de abandonar la carrera nuclear. Generan lo contrario”, agrega. A su juicio, esto rompe con décadas de esfuerzos diplomáticos y podría incentivar la acumulación de poder militar incluso a través de una bomba atómica.
Para Cárdenas, existe una profunda percepción de doble rasero: “No se condena con la misma severidad a todos. Israel no forma parte del TNP y no se somete a inspecciones del OIEA. Pero Irán, que sí lo hace, es el que recibe los ataques y las sanciones”. Asimismo, recuerda que “lo vimos también con el caso de la planta nuclear de Zaporiyia en Ucrania”, por el cual Rusia fue duramente criticada por bombardear los alrededores de la central.
Netanyahu, bajo presión
Ambos especialistas también llaman la atención sobre el contexto interno israelí. “Netanyahu ha venido repitiendo desde 1996 que Irán está por obtener la bomba. Han pasado casi 30 años y eso no ha ocurrido. Es una narrativa repetida”, señala Cárdenas.
Dongo añade una lectura más política: “Para entender la ofensiva israelí hay que mirar dentro de Israel. Netanyahu enfrenta pérdida de apoyo parlamentario y un juicio por corrupción. Justo cuando debía asistir a una audiencia, suspendió el cese al fuego en Gaza. Es difícil no ver una correlación”.

De algún modo, los expertos consultados dan a entender que el primer ministro de Israel se siente acorralado, está contra las cuerdas, por lo que no le conviene que esta situación desescale.
De igual manera, tanto Cárdenas como Dongo coinciden en que la situación actual remite a episodios anteriores en los que la presión internacional generó efectos opuestos a los deseados. “Esto ya lo hemos visto: cuando se amenaza a Irán, se refuerza la idea de que necesita un arma nuclear para sobrevivir”, resume la docente de la PUCP.
Las consecuencias no se limitan a la relación bilateral entre Irán y el OIEA, ni siquiera al conflicto regional. Afectan directamente al equilibrio del sistema internacional de no proliferación, y al tipo de incentivos que se están construyendo en una era de tensiones múltiples.
“El aprendizaje que se está dando en el mundo es que, si tienes una bomba, te respetan; si no la tienes, te atacan”, concluye Dongo. Y ese es el peor mensaje posible para el futuro de la seguridad global.










