Qatar 2022, el mundial de las polémicas, suma una raya más al tigre. Después de la “incomodidad” causada al patrocinador Budweiser por las restricciones a la ingesta de cerveza, la FIFA apostó ahora por castigar con severidad cualquier atisbo de controversia sobre el gramado. De allí que Inglaterra, Gales, Bélgica, Dinamarca, Alemania, Países Bajos y Suiza desistieran “muy frustradas” de utilizar las cintas One Love como protesta contra la discriminación a la comunidad LGTBI en el país anfitrión.
“La FIFA ha sido muy clara, impondrá sanciones deportivas si nuestros capitanes portan los brazaletes sobre el campo. Como federaciones nacionales, no podemos pedir a nuestros jugadores que se arriesguen a [recibir] tarjetas amarillas”, denunciaron las federaciones involucradas.
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Así, en cuestión de horas, la FIFA cambió el panorama, quizás la mejor demostración del gran poder que ostenta el máximo organismo del fútbol profesional. El sábado 19, un día antes del inicio del Mundial, el portero alemán Manuel Neuer confirmó que vestiría el brazalete de colores de la bandera gay. “No tenemos miedo de las consecuencias”, declaró el capitán de la Mannschaft. De hecho, su federación lo respaldó y estuvo dispuesta a asumir los costos. Su presidente, Bernd Neuendorf, sostuvo que no se trataba de una declaración política “sino de una a favor de los derechos humanos”. “Estoy preparado para pagar una multa”, agregó.
Pero al sumarse la amenaza deportiva a la meramente económica, el panorama se complicó para las delegaciones del Viejo Continente.
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La protesta de dichas federaciones hubiera sido significativa. La Deutsche Welle recuerda que, en Qatar, el artículo 296 del Código Penal -que versa sobre la “incitación a la inmoralidad y la prostitución”- castiga con un año de cárcel como mínimo la “homosexualidad entre hombres y libertinaje sexual”. Si a ello se suman las declaraciones del embajador del evento, Khalid Salman -quien sostuvo que ser gay era un “daño mental”-, se entiende que la oenegé Human Rights Watch denuncie que los miembros de dicha comunidad suelen ser maltratados al ser detenidos.
En todo caso, quedará para la posteridad la frase con la que el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, trató de calmar las aguas un día antes del inicio de la Copa del Mundo: “Hoy me siento catarí, árabe, africano, gay, discapacitado y trabajador migrante”.
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¿Un hito para los mundiales?
“Qatar quería organizar este mundial para cambiar su imagen, mostrarse como un país moderno, y tuvo todas las oportunidades para hacerlo -señala Miguel Sánchez Ferrán, analista político y especialista panameño en negocios internacionales-. Sin embargo, no lo logró. Imagino que, después del evento, su comercio se podría ver afectado, justamente, por lo que se piensa de esa nación”.
Mientras tanto, agrega el experto, la FIFA vuelve a confirmar que se trata de una organización cuestionable. “Los brazaletes One Love no deberían ser tan relevantes porque se usan sin problemas en competiciones europeas. Pero estos sucesos vienen a demostrar que el ente maneja una doble moral”.
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¿Habría que sorprenderse de la postura de la FIFA? Sánchez Ferrán propone que no y para sustentar su punto, recuerda el escándalo de corrupción que terminó con sanciones a sus directivos, entre ellos Joseph Blatter, expresidente de la FIFA y quien fomentó la designación de Qatar como sede de la Copa del Mundo. A él y al exjugador y exjefe de la UEFA Michel Platini se les acusó de “conflicto de intereses, contabilidad falsa” y de embolsarse irregularmente US$ 2 millones.
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Para Alexandra Morales, politóloga especializada en comunicación política, lo que sucede ahora con los brazaletes no debería sorprendernos. El último mundial fue en Rusia, nación que no se caracteriza precisamente por respetar los derechos humanos, y bastaría con retroceder un poco más para notar las incongruencias. “Argentina 78 se dio en el marco de desapariciones, por ejemplo. Sucede que los mundiales de fútbol no son eventos que se destaquen por apostar por los valores democráticos, del respeto a ciertas comunidades”.
“Y ahora con el asunto de One Love, la verdadera perjudicada es la FIFA porque evidencia cuáles valores respeta y los que no. Pero creo que no deberíamos pensar en qué tan poderosa es realmente, sino enfocarnos en qué intereses representa. También es claro que Qatar tiene un poder significativo que hasta Infantino prefiere no arriesgarse y opta por cubrirle las espaldas con aquello que le incomoda”, agrega Morales.
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Sánchez Ferrán anota: “Este mundial marcará un antes y después, y va a incentivar a que los jugadores y sus federaciones dejen de aceptar sin chistar lo que ellos dicen. ¿Cómo? Si se ponen de acuerdo desde el principio, podrían boicotear el evento, tal como ha pasado antes con los Juegos Olímpicos”.
Y añade: “Después de Qatar 2022, el inconformismo de muchas federaciones y de los fanáticos deberían poner en jaque a la FIFA y al siguiente anfitrión. Se les debería exigir que sigan las tendencias políticas del momento en relación a los derechos humanos, derechos de las mujeres y de la comunidad LGTBI”.