No se puede saber lo que pasa realmente en Corea del Norte. Con una propaganda feroz y un hermetismo prácticamente inquebrantable, el régimen de Kim Jong-un mantiene ocultos los principales acontecimientos de su país, especialmente los negativos. Por eso, cuando el propio líder norcoreano anunció la semana pasada la detección de su primer caso de COVID-19 desde que empezó la pandemia y declaró la “emergencia máxima” nacional las sospechas de que la situación era peor de lo que contaba empezaron a aumentar.
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La preocupación internacional fue más allá el lunes cuando, en una actitud sumamente inusual, Kim Jong-un criticó duramente la respuesta de su país ante la pandemia. El gobernante ordenó un confinamiento nacional y movilizó al ejército ante lo que consideró una deficiente respuesta de las autoridades de salud. Medidas estrictas para tratar de contener la propagación del virus entre la población, que no ha sido vacunada.
A pesar de los confinamientos a gran escala, según la comandancia estatal de prevención de epidemias de Corea del Norte, más de 1,48 millones de personas han contraído una enfermedad febril desde finales de abril, y 56 han muerto. Fuera del país, los expertos creen que la mayoría de los casos son de COVID-19. Pyongyang ha informado que 663.910 personas están en cuarentena.
Para el profesor Carlos Aquino, coordinador del Centro de Estudios Asiáticos (CEAS) en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, los efectos de la pandemia van a ser bastante grandes en esa nación.
“Corea del Norte es un país muy aislado, del que no se sabe mucho, el hecho de que haya admitido un brote por primera vez, porque lo ha negado por dos años, implica que esto es un problema que se está poniendo bastante grave. Para muchos las infecciones se están dando desde mucho antes y la cifras oficiales de infectados son pequeñas en comparación de la realidad”, dice a El Comercio. No son pocos los expertos que sospechan que Corea del Norte está reportando un número de muertos menor al real para atenuar el golpe al liderazgo de Kim Jong-un.
En cuanto a la emergencia sanitaria en sí, el experto recuerda que Pyongyang tiene una infraestructura pobrísima. “Es una economía en desastre y su sistema sanitario es pobre”, apunta. Además, hay otra complicación. El año pasado el país fue azotado por inundaciones y se piensa que el país va a enfrentar otra vez una hambruna como la que vivió en los años 90 donde murieron 2 o 3 millones de personas.
“En un país que ya sufre hambrunas y que tiene un sistema de salud pobre esta pandemia puede traer consecuencias bastante terribles. Además, Corea del Norte dice que las personas infectadas son las que han tenido fiebre, o sea ellos no saben exactamente que tienen COVID-19, no tienen los medios para saber si tienen el virus porque no tienen pruebas de descarte. No se sabe exactamente cuánta más gente pudiera tener el virus”, señala Aquino.
¿Amenaza al régimen?
Un factor que resulta determinante en esta crisis es que resulta claro el lastre que significa para Corea del Norte ser un país aislado. Pyongyang rechazó en estos años la ayuda ofrecida por la ONU y otros países como Corea del Sur y Rusia. Ha sido recién tras reconocer su primer brote del virus que envió aviones a China para recibir medicamentos. El problema es que, aunque hoy aceptara vacunas y material sanitario, lamentablemente ya hay millones de personas infectadas.
Aquino apunta que si bien China es aliado de Pyongyang, el gigante asiático también está haciendo frente a un brote del virus, entonces no podría disponer de ayuda para los millones de personas que se contagian en Corea del Norte.
Pero las dificultades no quedan ahí. “Suponiendo que se quiera vacunar a los que no están infectados, el problema es que, en un país tan pobre, aunque le entreguen vacunas no pueden llegar a todos los lugares. No tienen electricidad, no tienen buena refrigeración”, dice el experto.
“Yo creo que Corea del Norte se reunió en sus laureles. Lo que debió haber hecho es vacunar a su población. Es muy complicado lo que puede venir”, agrega.
También está el impacto económico de las últimas restricciones aplicadas por el régimen de Kim Jong-un ante esta ola de casos.
“Corea del Norte ha tenido sanciones económicas por muchos años, pero seguía sobreviviendo porque recibía ayuda de China. Entonces, lo que no hicieron las sanciones económicas lo hizo la pandemia porque el comercio con China cayó en más de 90%. Estos dos años no ha podido modernizar su economía y la gente ha pasado más hambre porque no venía ayuda económica de China”, explica Aquino.
Hermetismo peligroso
Esta ola de contagios también ha dejado claro lo peligroso del hermetismo norcoreano. La ONU ha dicho que Pyongyang aún no le ha informado oficialmente del brote y le ha pedido al régimen de Kim Jog-un que dé más datos sobre su desarrollo y acepte vacunas.
Si bien es cierto que la pandemia puede ser bastante grave, algunos expertos dicen que dada la situación económica terrible y la hambruna no sería descabellado que Kim Jong-un esté exagerando con este tema para retener a la población. En ese escenario encerrar a toda la población para evita cualquier protesta o crítica sería beneficio para el régimen. No hay forma de comprobarlo.
Más allá de eso, el hecho de cerrarse al mundo es malo para todos, especialmente cuando hay una pandemia. “Otra razón por la que Corea del Norte no admite vacunas es porque cuando ingresa la ayuda no llega sola, viene con funcionarios extranjero. Si tú no quieres que se conozca la realidad no te conviene su presencia. El confinamiento total sirve para dos cosas: reprimir las posibles protestas y mantener al país más aislado de lo que está”, dice Aquino.
No olvidemos la hambruna de los años 90, en la que se calcula que murieron 2 o 3 millones de personas, algunos creen que fueron 4 millones. Hoy, los expertos estiman que la mitad de la población de Corea del Norte está desnutrida.
“Lamentablemente no se pueden hacer investigaciones en Corea del Norte porque hay restricciones, pero hay miles de refugiados que han escapado a Corea del Sur y han contado la realidad”, agrega Aquino.