Freddy Raymondi emigró de Perú hacia Estados Unidos hace más de tres décadas. La situación económica se tornaba cada vez más difícil y el terrorismo golpeaba. Era la década de 1980. Natural de Yauyos, a sus 23 años buscó establecerse en la ciudad de Nueva York. Empezó trabajando en restaurantes italianos, franceses, griegos y mexicanos. Inició en la cocina, luego fue mesero, hasta que como manager se encargó de los negocios.
“Aprendí el teje y maneje tanto en el piso [salón] como en la cocina, que son dos áreas completamente diferentes, pero funcionan de la mano”, comenta a El Comercio al otro lado de la línea telefónica.
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Pese a que a la par cursó estudios en diseño gráfico y arquitectura, esta experiencia en la cocina lo atrapó. En el 2013 logró abrir su propio restaurante en el área de Little Neck de Queens, especializado en comida peruana: Lima 33. Ceviche, pollo a la brasa y lomo saltado entre lo más pedido tras el ‘boom’ de nuestra gastronomía.
“¿Cómo alguien puede entender tus costumbres, en este caso nuestra comida? Mostrándola tal como es. Tratamos de que sea lo más cercano a lo que se come en Perú”, remarca Freddy, hoy con 57 años.
Con su restaurante ha podido dar empleo a otros peruanos y latinos de la Gran Manzana. Sin embargo, desde marzo pasado —como muchos otros—ha visto su negocio duramente afectado por la pandemia del COVID-19.
Y es que, si bien en la actualidad hay una tendencia a la baja y se han ido relajando las medidas para evitar contagios, hasta hace unas semanas atrás Nueva York era el epicentro mundial de pandemia. A la fecha suman más de 22.000 muertos y 214.750 casos confirmados, solo en esta parte de EE.UU.
Las pérdidas
A pesar de que no existió una restricción total del Gobierno durante el confinamiento (los restaurantes fueron incluidos en los negocios esenciales y podían seguir laborando vía delivery y recojo en tienda), el empresario peruano decidió cerrar su negocio por precaución a mediados de marzo. Había mucha incertidumbre, pero sobre todo temor. Incluso ya comenzaban a llegar noticias de personas cercanas que habían sido contagiadas.
“Casi fue sorpresivo, de un día para otro. Se estaba dando en Europa, pero aquí parecía que no iba a pasar. El Gobierno [de Donald Trump] decía que son cosas de allá y que no había de qué preocuparse. Y de pronto comenzó por todos lados, hasta el extremo de que nosotros decidimos cerrar”, detalla.
Al cabo de 15 días volvió a operar siguiendo los nuevos protocolos sanitarios, pero las pérdidas ya habían sido significativas. Freddy estima un descenso en sus ventas de los últimos meses del 40% al 50%, al margen de los ingresos que dejaron de percibir al haber cerrado esas semanas. “El problema era exponerse. ¿Qué gano abriendo si sigo exponiéndome? ¿Vale la pena o no? No fue fácil tomar esa decisión”, explica.
“Hasta ahora estamos en pérdida. Estamos abriendo, aunque no es que estemos ganando. Todo es para el pago de las cuestiones elementales (renta, sueldos, proveedores, etcétera), pero las ventas han bajado enormemente”, agrega.
El caso de Freddy Raymondi es solo uno de los cientos de negocios de Nueva York —una de las ciudades con las rentas más costosas de EE.UU.— que se han visto afectados. Se sabe de restaurantes que cerraron y hasta la fecha no han vuelto a abrir. Otros que solo están vendiendo el 10% de lo habitual en comparación a las cifras registradas en la etapa prepandemia.
Ya se ha estimado que la economía estadounidense cayó en el primer trimestre del año en un 5% a causa del COVID-19, y más de 42 millones de personas se inscribieron en el programa de subsidio estatal por desempleo desde el inicio de la pandemia, además de los bonos que ha tenido que entregar el Gobierno. Sin embargo, todo ello solo alcanza a los ciudadanos y residentes.
La gran mayoría de trabajadores de la industria de restaurantes de Nueva York son inmigrantes ilegales, como lo advirtió también el chef peruano Renzo Lorenzzi. Ellos no pueden acceder a ningún subsidio estatal ni federal.
Su caso es particular pues lleva cocinando en EE.UU. más de 20 años y, antes de la pandemia, había renunciado a su trabajo en Nice Matin, un restaurante de Manhattan de comida mediterránea y francesa, y estaba apunto de abrir el suyo junto a unos socios: Contento.
“Dentro de todo es buena suerte porque si lo hubiera abierto sí habría sido como un cataclismo, no hubiéramos podido salir de ese hoyo”, comenta. La fecha de apertura ha sido aplazada para octubre.
Cuestión de reinventarse
A unos veinte minutos en auto de Lima 33 está K’Antu, otro pequeño restaurante de comida peruana ubicado en el Middle Village, también en Queens. Su creador es Renzo Chumbiauca, natural de Chincha, quien llegó a EE.UU. en diciembre del 2004.
Tenía también 23 años cuando decidió inmigrar buscando un mejor futuro. A la par de sus estudios en contabilidad, tuvo que laborar en distintos puestos en restaurantes para poder pagar sus gastos. Algunos de ellos fueron peruanos.
Renzo cuenta que hace tres años uno de los clientes de su estudio contable estuvo en apuros y, tras conversarlo con su esposa, quien ya había trabajado como manager, decidieron reunir capital y comprar el espacio para iniciar este nuevo proyecto. Si bien el local elegido ya era un restaurante, tomó unos dos meses acondicionarlo por la variedad de la carta a ofrecer. Arrancaron en junio del 2017.
“Acá, para poder sobresalir, tienes que entrarle a todo. Tienes que entrar al pollo a la brasa, a los mariscos, a la comida criolla. De lo contrario no vas a vender lo suficiente para poder mantener el restaurante”, cuenta.
Cuando comenzó a golpear fuerte la pandemia, entre marzo y abril, Renzo y su esposa evaluaron la posibilidad de cerrar temporalmente. “Las cosas se pusieron duras. Al ir viendo que iban aumentando los muertos, casi 1.000 muertos diarios, hubo mucho miedo”, sostiene.
No obstante, decidieron seguir trabajando puesto que si cerraban la reinserción iba a ser más dura. Aun así, Renzo estima igualmente una reducción en las ventas de hasta un 50%. Alrededor de unos US$30 mil dólares mensuales en pérdidas.
Con las restricciones hubo un giro en el sistema: al no poder atender presencialmente en los salones, el delivery ha jugado un papel importante. Es por ello que Renzo, desde su experiencia como contador y administrador, hace hincapié en que, si bien han tenido una fuerte baja, otros restaurantes se han visto más perjudicados.
“Nosotros ya teníamos un 30% ganado [en este tipo de ventas a domicilio]. Otros restaurantes peruanos más grandes que se enfocaban 90% a ventas en el salón y solo un 10% en delivery les ha ido mucho peor”, detalla.
Desde la semana pasada, como parte de la segunda fase de la reactivación económica, en Nueva York se permite que los restaurantes atiendan a clientes de forma presencial, aunque siempre y cuando sea al exterior. Hasta se han dado permisos para ocupar parte de la calle. Lima 33 y K’antú están apuntado a eso, ya que el servicio de delivery, como se ha mencionado, no necesariamente cubre lo invertido.
Como parte de la fase tres, en esta etapa se había previsto que este 5 de julio se pueda atender en salones interiores con un aforo reducido. No obstante, el repunte de casos en otros estados ha generado alarma, por lo que este miércoles el planteamiento se suspendió indefinidamente.
“Hasta hace una semana tenía esperanzas de que se pudieran reabrir estos lugares, pero las noticias que recibimos de otros estados nos muestran cuál es el camino. Trabajaremos con el Estado para posponer la apertura del interior de bares y restaurantes hasta que sea necesario”, ha sostenido el alcalde de la ciudad, Bill de Blasio.
El Perú, Nueva York y el COVID-19
El Consulado Peruano, a raíz de la pandemia, tiene mapeados —hasta el momento— a unos 118 restaurantes peruanos solo en Nueva York. K’antú es uno de ellos, aunque claramente hay más.
Tras la crisis, desde la sede diplomática, por medio de la oficina del consejero Económico Comercial, se está brindando apoyo con talleres virtuales respecto a los programas y préstamos que ofrece el gobierno norteamericano para los empresarios. Se ha creado incluso un grupo de WhatsApp (“Gastro Perú”), donde se comparte información útil.
En el estado de Nueva York hay unos 42.000 peruanos residentes, de acuerdo con la última elección extraordinaria al Congreso. Si bien es muy difícil llevar el conteo de los contagiados, hasta este martes se había registrado en el consulado el fallecimiento de 40 compatriotas a causa de la enfermedad. Las edades varían entre los 37 y 95 años.
“La comunidad peruana ha sufrido un golpe muy fuerte, definitivamente, como en general la comunidad latina. Se sabe por estudios que el grupo más afectado por el COVID-19 es el hispano”, remarca a El Comercio la cónsul Marita Landaveri.
Inyección monetaria
Los programas de financiamiento, prórroga de deudas y préstamos del gobierno estadounidense han sido claves para que los pequeños empresarios se mantengan a flote en plena crisis.
Una de las acciones más sólidas es el Paycheck Protection Program (PPP), que está destinado a proteger la nómina de los empleados en planilla y que ha significado una inversión de unos US$659.000 millones.
Este abono puede ser “perdonado” si se llegan a cumplir determinados criterios. El programa culminó el pasado 30 de junio, pero el Congreso ya aprobó extenderlo hasta el 8 de agosto. Además, también se han dado acceso a créditos rápidos por hasta US$25.000 a las pequeñas empresas. Algunas empresas peruanas se han podido acoger a estos subsidios.
“No vamos a volver a ser lo que era antes, será la ‘nueva normalidad’ como muchos dicen, pero creo que en Nueva York todo es posible. Es un lugar donde peruanos han encontrado su futuro. Esta ciudad siempre se transforma y sale adelante. Y los peruanos pueden salir adelante como lo han hecho en el pasado”, reflexiona la cónsul Landaveri.
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¿Qué es el coronavirus?
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), los coronavirus son una amplia familia de virus que pueden causar diferentes afecciones, desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) y el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV).
El coronavirus descubierto recientemente causa la enfermedad infecciosa por coronavirus COVID-19. Ambos fueron detectados luego del brote que se dio en Wuhan (China) en diciembre de 2019.
El cansancio, la fiebre y la tos seca son los síntomas más comunes de la COVID-19; sin embargo, algunos pacientes pueden presentar congestión nasal, dolores, rinorrea, dolor de garganta o diarrea.
Aunque la mayoría de los pacientes (alrededor del 80%) se recupera de la enfermedad sin necesidad de realizar ningún tratamiento especial, alrededor de una de cada seis personas que contraen la COVID-19 desarrolla una afección grave y presenta dificultad para respirar.
Para protegerse y evitar la propagación de la enfermedad, la OMS recomienda lavarse las manos con agua y jabón o utilizando un desinfectante a base de alcohol que mata los virus que pueden haber en las manos. Además, se debe mantener una distancia mínima de un metro frente a cualquier persona que estornude o tose, pues si se está demasiado cerca, se puede respirar las gotículas que albergan el virus de la COVID-19.
¿Cuánto tiempo sobrevive el coronavirus en una superficie?
Aún no se sabe con exactitud cuánto tiempo sobrevive este nuevo virus en una superficie, pero parece comportarse como otros coronavirus.
Estudios indican que pueden subsistir desde unas pocas horas hasta varios días. El tiempo puede variar en función de las condiciones (tipo de superficie, la temperatura o la humedad del ambiente).
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