El 31 de diciembre del 2019, horas después de que la Organización Mundial de la Salud se enterara de unos inusuales casos de neumonía en China, Nueva York dio inicio a su gran celebración de Año Nuevo. El cónsul general de China en la ciudad subió al escenario con un ballet folclórico de su país a cargo de abrir el show, y le deseó a la multitud en la calle un feliz 2020.
La escena de aquella noche contrasta radicalmente con la mañana de hoy. La alegría, la bulla y la gente han desaparecido de Times Square. No es un año feliz.
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Hace exactamente un mes, el alcalde Bill de Blasio declaró el estado de emergencia para Nueva York por la propagación del nuevo coronavirus. No había de otra. De la noche del 11 de marzo a la mañana de aquel 12, los casos confirmados de COVID-19 en la ciudad se habían casi duplicado: de 53 a 95.
Desde entonces, y en más de un sentido, el mundo ha seguido dando vueltas. Muchas. Hoy, Estados Unidos es el foco de la pandemia y Nueva York, su núcleo en ese país: ya son 99 mil las personas contagiadas y más de 6.300 han muerto en la ciudad. En todo el estado la cifra sobrepasa los 180 mil infectados y el jueves se alcanzó un pico de 799 muertes en solo un día.
Las cifras no incluyen a los que mueren en sus casas sin actas de defunción que digan que la causa es el COVID-19. Según el presidente del comité de salud del concejo municipal, normalmente entre 20 y 25 personas fenecen en sus hogares cada día en la ciudad. Hoy, están falleciendo entre 200 y 215 en sus domicilios.
Economía golpeada
El COVID-19 ha logrado lo que no pudieron los ataques terroristas del 11 de setiembre del 2001 o la Gran Recesión del 2008: fracturar las columnas económica y cultural que hacen de Nueva York la capital del mundo.
La Bolsa de Valores de Nueva York, el imponente edificio en la famosa Wall Street que alberga el mercado de valores más importante del mundo, sigue operando. Pero desde hace tres semanas, la campana que anuncia el inicio o el fin de la jornada bursátil no suena; ningún corredor de bolsa vocifera compras ni ventas de acciones.
Por primera vez en sus 228 años de historia, la NYSE opera enteramente de manera electrónica. La hemorragia de las acciones de las empresas más golpeadas por la pandemia se sigue solo en los gráficos con líneas rojas descendentes acompañadas de nombres de hoteles, líneas de crucero y aerolíneas.
Aún es muy temprano para saber las secuelas económicas en Nueva York, lo que sí es seguro es que serán más graves en las poblaciones más vulnerables. Según un estudio de McKinsey & Company, hasta uno de cada tres puestos de trabajo en todo EE.UU. podría verse afectado, y más del 80% de esos empleos corresponde a personas de bajos recursos. Solo la ciudad de Nueva York podría perder más de 1,5 millones de empleos, señala la firma de consultoría.
De acuerdo con otro análisis, del Centro Furman de la Universidad de Nueva York, el principal proveedor en uno de cada tres hogares en la ciudad trabaja en una industria vulnerable, como restaurantes y guarderías. Además, la situación pinta especialmente crítica para los latinos, ya que cerca del 50% trabaja en empleos vulnerables.
La paralización del turismo también dejará cicatrices. El año pasado, el sector aportó cerca de 70 mil millones de dólares a la economía de Nueva York y apoyó a unos 400 mil empleos en la ciudad.
Latinos, los más afectados en un sistema colapsado
Pese a su riqueza, Nueva York, la capital económica de Estados Unidos, busca hoy recoger toda la ayuda posible en momentos en que sus propios recursos son insuficientes.
Con cerca de 26 mil pacientes hospitalizados a la fecha, la ciudad estima que necesitará 15 mil respiradores para hacerle frente a la crisis. El auxilio ha llegado desde el estado de Oregon, que le envió 140 respiradores; el gobierno central, que le mandó 2.500 más de estas máquinas; y hasta de China, que gestionó la donación de 1.000 respiradores por parte de los multimillonarios Jack Ma y Joseph Tsai.
La ciudad también anticipa que necesitará 85 mil camas de hospital, 65 mil más de las que usualmente tiene. Para ello, espacios que antes servían para la recreación, ahora atienden emergencias. El Javits Center, que cada año alberga el Comic Con y el Salón del Automóvil, hoy es un hospital con capacidad para 2,500 camas. Una sección del Parque Central, el llamado pulmón de Nueva York, se ha convertido en un hospital ambulante con casi 70 camas bajo carpas blancas para ofrecer incluso cuidados intensivos. En el muelle de Manhattan, el buque-hospital Comfort ha dispuesto 500 de sus 1.000 camas a los casos más severos del coronavirus.
El COVID-19 —ya sabemos— no discrimina, pero en Nueva York está matando de manera desproporcionada a los latinos. Según cifras preliminares, 34% de las muertes en la ciudad han sido de hispanos aun cuando estos representan solo 29% de los 8,5 millones de personas que viven allí. Detrás de estas cifras están menores ingresos económicos, problemas de salud preexistentes —diabetes, asma—, falta de seguro médico, acceso limitado al sistema de salud y hasta miedo de acudir a un hospital, en el caso de los inmigrantes indocumentados.
También se suman el hecho de que en hogares latinos suelen convivir familias numerosas y multigeneracionales en espacios pequeños —lo que facilita el contagio— y la barrera del lenguaje. En respuesta, la ciudad ahora tiene una campaña de información en varios idiomas para recordarles a los inmigrantes sus derechos y la ayuda a su disposición.
Turismo amenazado
Mientras llega el momento de las cuentas, hay otras evidencias del nuevo estado de Nueva York. Sus insuperables museos, teatros y restaurantes están cerrados. Los turistas han desalojado la siempre abarrotada Times Square cuyos signos vitales se han reducido a las luces perennes que adornan los negocios de la zona.
La paralización del turismo también dejará cicatrices. El año pasado, el sector aportó cerca de 70 mil millones de dólares a la economía de Nueva York y apoyó a unos 400 mil empleos en la ciudad. En 2019, la Gran Manzana recibió a más de 66 millones de visitantes —más del doble de toda la población del Perú—, entre nacionales y extranjeros que llegaron de vacaciones o por negocios.
Para atraer aún más visitantes internacionales, en octubre pasado se lanzó una campaña de 20 millones de dólares que se concentró en 21 mercados, entre ellos Italia y España, dos de los países más golpeados por el coronavirus. Hoy se sabe que la mayoría de los casos de COVID-19 en Nueva York fueron importados a mediados de febrero por visitantes de Europa.
Seguro pasarán varios meses más hasta que los turistas vuelvan a programar un viaje a la Gran Manzana. Pero si la resiliencia histórica de Nueva York es algún indicio, el próximo 31 de diciembre miles de personas volverán a Times Square a desearse, otra vez, un feliz año.
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¿Qué es el coronavirus?
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), los coronavirus son una amplia familia de virus que pueden causar diferentes afecciones, desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) y el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV).
El coronavirus descubierto recientemente causa la enfermedad infecciosa por coronavirus COVID-19. Ambos fueron detectados luego del brote que se dio en Wuhan (China) en diciembre de 2019.
El cansancio, la fiebre y la tos seca son los síntomas más comunes de la COVID-19; sin embargo, algunos pacientes pueden presentar congestión nasal, dolores, rinorrea, dolor de garganta o diarrea.
Aunque la mayoría de los pacientes (alrededor del 80%) se recupera de la enfermedad sin necesidad de realizar ningún tratamiento especial, alrededor de una de cada seis personas que contraen la COVID-19 desarrolla una afección grave y presenta dificultad para respirar.
Para protegerse y evitar la propagación de la enfermedad, la OMS recomienda lavarse las manos con agua y jabón o utilizando un desinfectante a base de alcohol que mata los virus que pueden haber en las manos. Además, se debe mantener una distancia mínima de un metro frente a cualquier persona que estornude o tose, pues si se está demasiado cerca, se puede respirar las gotículas que albergan el virus de la COVID-19.
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