Los franceses elijen este domingo a su próximo presidente y ya todos en Francia conocen un resultado: el próximo dirigente de la República será “gaullista”.
Desde la ultraderechista Marine Le Pen hasta el ultraizquierdista Jean-Luc Mélenchon, incluyendo al actual mandatario Emmanuel Macron, quien lidera las encuestas, casi todos los candidatos se presentan, al menos parcialmente, como herederos de Charles De Gaulle.
En vida, era un hombre que generaba fuertes opiniones divisivas. Hoy la gran mayoría de los franceses idolatra a este célebre expresidente que dirigió la resistencia francesa contra la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
En junio del año pasado, cuando Francia conmemoraba los 50 años de su muerte, Marine Le Pen le rindió homenaje en una extensa tribuna en la que aseguró que “hoy, en el espectro político, sólo la Agrupación Nacional (su partido) defiende su línea”.
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Al mismo tiempo, el ultraizquierdista Mélenchon publicaba una entrada en su blog en la que sugería que la política de De Gaulle era similar a la de su programa, particularmente en el aspecto económico: “Él nunca se tragó la idea de la mano invisible del mercado. El liberalismo es un producto importado en Francia”.
Meses después fue el turno del presidente Emmanuel Macron, quien asistió a su tumba para celebrar el día del cincuentenario de su muerte, el 9 de noviembre.
“Resiliencia y voluntad. Este espíritu fue encarnado por Charles de Gaulle, comprometido con Francia tanto en tiempos de dolor como en tiempos de gloria. Este espíritu es una herencia: la de Francia”, tuiteó el presidente francés.
Son tres candidatos con programas muy diferentes, que se sienten de una u otra manera inspirados por la misma persona.
Por encima de la izquierda-derecha
Francis Choisel, profesor de historia del Instituto Católico de París, explica que en realidad todos los políticos franceses pueden ser “un poco” gaullistas.
“Pero ninguno lo es plenamente”, le dice a BBC Mundo el autor de “Comprendre le Gaullisme” (2016), un libro en el que se analiza el pensamiento y la acción del general de Gaulle.
Su teoría es que el gaullismo se ha convertido en una síntesis de todas las clases políticas. De la derecha, la izquierda, el centro e incluso de los extremos.
“Cuando un movimiento pretende ser la síntesis de todas las tendencias políticas, cada partido puede reconocerse un poco en él”, señala.
Charles De Gaulle siempre quiso estar por encima de los partidos y reunir a todos los franceses, más allá de la división izquierda-derecha.
Rechazando posicionarse dentro de esa división, creó su propio movimiento político en 1947, el “Rassemblement du peuple français” (Agrupación del Pueblo Francés), que sumó en pocos meses alrededor de un millón de afiliados.
El partido murió pronto, en 1955. Fue el único en la historia del gaullismo lanzado por el mismo general De Gaulle.
“Estar por encima de los partidos también involucra tener ideas que pueden ser tomadas por todos los partidos”, asegura el profesor Francis Choisel.
“De Gaulle decía que él no era ni de derecha ni de izquierda, lo que también se puede interpretar como que era de derecha y de izquierda”, añade.
Líder de la Francia libre
Nacido en Lille, el 22 de noviembre de 1890, Charles de Gaulle fue el líder de los franceses libres durante la Segunda Guerra Mundial y el arquitecto de la Quinta República francesa.
Creció en París y eligió una carrera militar que le permitió servir en la Primera Guerra Mundial y ganar varias distinciones.
En la década de 1930, escribió libros y artículos donde criticaba la dependencia de Francia de la Línea Maginot, una muralla de defensa construida por Francia a lo largo de su frontera con Alemania e Italia tras la Primera Guerra Mundial.
De Gaulle creía en la necesidad de invertir más en armamento y aeronaves.
Pero su consejo no fue escuchado y en junio de 1940 las fuerzas alemanas invadieron Francia sin mayor esfuerzo.
Como subsecretario de guerra y defensa nacional, de Gaulle se negó a aceptar la tregua del gobierno francés con los alemanes y escapó a Londres, donde anunció la formación de un gobierno en el exilio.
Regreso a París
El 18 de junio de 1940, en las ondas de la BBC, Charles de Gaulle pronunció un discurso en la capital británica en el que llamó a sus compatriotas a continuar la lucha contra la Alemania nazi.
Esta convocatoria se escuchó en Francia a las 7pm y trascendió como uno de los discursos más famosos de la historia de Francia.
Después de la liberación de París en agosto de 1944, De Gaulle fue recibido como un héroe en la capital francesa.
Tras su regreso a Francia, se convirtió en el presidente del gobierno provisional y guio a su país con ayuda de la redacción de una constitución en la que se basó la Cuarta República.
Pero renunció en 1946 cuando sus deseos de crear una presidencia fuerte fueron ignorados.
Más tarde, intentó transformar la escena política con su propio partido, pero fracasó y en 1953 se retiró nuevamente.
“Padre” de la Quinta República
En 1958, una revuelta en la Argelia controlada por los franceses, combinada con una grave inestabilidad dentro de Francia, impulsaron la caída de la Cuarta República.
De Gaulle volvió a liderar Francia una vez más. Los franceses aprobaron una nueva constitución ese mismo año y eligieron a De Gaulle como presidente de la Quinta República.
Fuertemente nacionalista, el llamado “arquitecto de la Quinta República” trabajó para fortalecer a Francia financiera y militarmente.
Impulsó el desarrollo de armas nucleares, retiró a Francia de la OTAN y vetó la entrada de Reino Unido al Mercado Común europeo. El bienestar general de los franceses aumentó drásticamente. Francia vivía sus momentos más gloriosos.
De Gaulle también le otorgó la independencia a Argelia, frente a una fuerte oposición interna.
Durante los diez años que se mantuvo en el poder, su popularidad casi siempre estuvo por encima del 60%, hasta que llegaron los últimos años y el momento de decir adiós.
“Dejo de ejercer mis funciones como Presidente de la República. Esta decisión entra en vigor hoy al mediodía”, anunció en un comunicado de prensa enviado la noche del 28 de abril de 1969.
Fue una despedida abrupta, consecuencia de los resultados del referéndum organizado la víspera, en el que el 52,41% de los votantes rechazaron su plan de regionalización y reforma del Senado francés.
De Gaulle había prometido renunciar si los franceses votaban en contra de la propuesta.
Murió poco después, el 9 de noviembre de 1970, consecuencia de la rotura de un aneurisma cerebral. Su muerte se mantuvo en secreto toda la noche.
De Gaulle había dejado sus últimos deseos muy claros, escritos en enero de 1952: su funeral tendrá lugar en Colombey, en el este de Francia, y la ceremonia sería “extremadamente sencilla”.
El francés más célebre del siglo XX
Pocos años después de su muerte, De Gaulle ya era reconocido por muchos como la figura política más importante de Francia en el siglo XX.
Francis Choisel, del Instituto Católico de París, explica que el siglo anterior había ocurrido un fenómeno similar con Napoleón Bonaparte.
“Napoleón era cuestionado en su época y luego, unos diez años después de su muerte, se convirtió en una referencia y una importante figura histórica”, prosigue.
En una entrevista que le hizo Paris Match al hijo de Charles de Gaulle, el almirante Philippe de Gaulle, quien cumplió 100 años en diciembre del año pasado, se explica que todos en Francia se han apropiado de una parte del expresidente, “incluso los comunistas”.
“Todos los que se refieren a la política del general de Gaulle respetan su Constitución, la de la Quinta República”, resume la revista francesa.
El gaullismo
Bernard Lachaise, profesor emérito de historia contemporánea en la Universidad Bordeaux Montaigne y miembro del consejo científico de la Fundación Charles de Gaulle, asegura que el gaullismo corresponde a un periodo de la historia y es difícil determinar cuál sería la posición de De Gaulle hoy.
Sin embargo, existen un par de conceptos indiscutiblemente gaullistas.
Un primer elemento del gaullismo, según el historiador Francis Choisel, es el patriotismo. “Luego está el humanismo y la preocupación por el hombre”, añade.
“Hay otras ideas fundamentales, como el Estado fuerte, la independencia nacional, el objetivo de una sociedad mejor”, le dice a BBC Mundo Bernard Lachaise, autor del libro “À la gauche du gaullisme” (A la izquierda del gaullismo), publicado en enero de este año.
“Pero el contexto ha cambiado mucho”, insiste.
Choisel concuerda en que es difícil determinar lo que sería el gaullismo hoy en día, pues el capitalismo actual es “muy diferente” al de la época de De Gaulle.
“Desde la caída del Muro de Berlín, tras Reagan y Thatcher, Occidente se ha vuelto mucho más liberal”, explica.
“Pero es cierto que la visión gaullista le daba al Estado un rol importante. Su visión no era ciertamente la de la ley del mercado”, añade.
Charles de Gaulle nacionalizó la banca, la aviación, servicios como la electricidad y el gas, así como las mayores compañías de seguros del país.
Por ese lado, la izquierda francesa podría identificarse como gaullista, afirma Choisel.
“Es abusivo hablar de gaullismo hoy”
Pero el profesor Lachaise argumenta que en realidad ningún partido puede realmente definirse como gaullista actualmente.
“Es una mala apropiación. Nadie puede decir actualmente si De Gaulle estaría a favor de salirse o quedarse en la OTAN o de una mayor integración de la Unión Europea. Es abusivo hablar de gaullismo hoy en día”.
Muchos se llaman gaullistas en la actualidad para atraer votos y buscar credibilidad, concuerdan ambos expertos.
De Gaulle ha sido el presidente de la República más popular en la Francia postguerra, según varias encuestas.
Los franceses adoran tanto a De Gaulle que su nombre lo llevan el aeropuerto más importante de la nación, además de plazas, estaciones de metro y hasta el único portaaviones nuclear de Francia.
“Su imagen es abrumadoramente positiva y por eso los candidatos actuales lo reivindican, incluso Marine Le Pen, cuando en aquella época precisamente la ultraderecha formaba parte de sus principales oponentes”, comenta Lachaise.
Hay personajes históricos que trascienden inesperadamente. Pero De Gaulle sabía que su figura ocuparía un lugar importante en la historia contemporánea de Francia.
Poco antes de perder el referéndum que lo obligó a renunciar a la presidencia, le había confiado sus temores a su secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Jean de Lipkowski.
“Es cierto, los franceses ya no quieren a De Gaulle”, dijo. “Pero el mito, verás crecer el mito. (…) Dentro de treinta años a partir de ahora”.
Se equivocó estimando que le tomarían treinta años a los franceses reconocer sus logros.
Pero tenía razón en que el “mito” seguiría vivo más de medio siglo después.