Una elogiada paramédica ucraniana grabó su tiempo en Mariúpol en una pequeña tarjeta de memoria, sacada al mundo en un tampón. Ahora, ella es prisionera de los rusos y Mariúpol está al caer.
Yuliia Paievska, que como paramédica voluntaria es conocida como Taira, usó su cámara corporal para grabar 256 gigabytes de video de los frenéticos esfuerzos de su equipo para salvar vidas. Le entregó las desgarradoras imágenes a un equipo de la Associated Press, los últimos periodistas internacionales en la ciudad ucraniana, cuando se iban en una rara caravana humanitaria.
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Soldados rusos capturaron a Taira y a su chofer al día siguiente, el 16 de marzo, en una de las muchas desapariciones forzadas en áreas de Ucrania ahora en poder de Rusia. Rusia ha dicho que ella trabajaba para el nacionalista Batallón Azov, siguiendo la línea de Moscú de que trabaja para “desnazificar” Ucrania. Pero la AP no encontró evidencia alguna de ello y amigos y colegas dicen que ella no tenía vínculos con Azov.
El hospital donde ella encabezó las evacuaciones de los heridos no está afiliado con Azov. Y el video que ella grabó la muestra tratando de salvar a soldados rusos heridos, junto con civiles ucranianos.
Un clip del 10 de marzo muestra a dos soldados rusos sacados descuidadamente de una ambulancia por un soldado ucraniano. Uno de ellos está en una silla de ruedas. El otro está arrodillado, las manos atadas a la espalda, con una herida en una pierna.
Un soldado ucraniano maldice a uno de ellos.
“Calma, calma”, le dice Taira al soldado ucraniano.
Una mujer le pregunta: “¿Vas a tratar a los rusos?
Taira responde: “Ellos no serían tan amables con nosotros. Pero no podría hacer otra cosa. Son prisioneros de guerra”.
Taira, de 53 años, es ahora prisionera de los rusos, como centenares de funcionarios locales, periodistas y otros ucranianos prominentes que han sido secuestrados o capturados. La Misión de Monitoreo de Derechos Humanos de la ONU en Ucrania ha registrado 204 casos de desapariciones forzadas y dice que algunas de las víctimas podrían haber sido torturadas y cinco fueron halladas muertas más adelante.
Los rusos han apuntado al personal médico y los hospitales, pese a que la Convención de Ginebra prescribe protección “en toda circunstancia” para el personal médico tanto militar como civil. Soldados rusos acusaron a una mujer en una caravana procedente de Mariúpol el 8 de mayo de ser una médica militar y la forzaron a escoger entre dejar que su hija de 4 años la acompañase a una suerte desconocida o proseguir camino a territorio bajo control ucraniano. La madre y la hija fueron separadas.
La situación de Taira y lo que revela sobre el tratamiento de Rusia a los prisioneros ucranianos toman nuevo significado en momentos en que trasladan a los últimos defensores de Mariúpol a áreas bajo control ruso. Rusia dice que más de 1.700 combatientes ucranianos parapetados en una planta siderúrgica se entregaron esta semana, mientras que las autoridades ucranianas dijeron que los combatientes salieron tras cumplir su misión.
El gobierno de Ucrania dice que trató a incluir el nombre de Taira en un intercambio de prisioneros hace semanas. Pero Rusia niega tenerla en su poder, pese a su presentación en televisión en la región separatista de Donetsk y en la cadena televisiva rusa NTV, esposada y con contusiones en el rostro.
Taira es conocida en Ucrania como una estrella deportiva que entrenó a la fuerza médica voluntaria del país. El video que ella grabó desde el 6 de febrero hasta el 10 de marzo provee una documentación íntima de una ciudad sitiada que se ha vuelto ya un símbolo mundial de la invasión rusa y la resistencia ucraniana.
El 24 de febrero, el primer día de la guerra, Taira narró los esfuerzos para vendar la herida en la cabeza de un soldado ucraniano.
Dos días más tarde, les ordenó a sus colegas envolver con una manta a un soldado ruso herido. Ella llama al joven “Sol” — un apodo favorito para los muchos soldados heridos que pasaron por sus manos — y le pregunta por qué vino a Ucrania.
“Me estás cuidando”, le dice el soldado, como asombrado. “Su respuesta: “Nosotros tratamos igualmente a todo el mundo”.
Horas más tarde, dos niños — hermano y hermana — llegan gravemente heridos de un tiroteo en un retén. Sus padres están muertos. Para el final de la noche, pese a los ruegos de Taira de “no te vayas, pequeñito”, el niñito también muere.
Taira torna el rostro y llora. “Odio esto”, dice.
Durante el video, ella se queja de dolores crónicos causados por lesiones en la espalda y las caderas. Bromea. Y, como siempre, luce un animal de peluche en el chaleco para dárselo a cualquier niño al que trate.
El 15 de marzo, un policía le entrega la pequeña tarjeta de memoria a periodistas de la AP. Taira, usando un walkie-talkie, les pidió que sacasen la tarjeta de Mariúpol. La tarjeta estaba oculta dentro de un tampon cuando los periodistas pasaron por 15 retenes rusos.
Al día siguiente, Taira desapareció junto con su chofer, Serhiy.
Un video mostrado el 21 de marzo en un noticiero ruso anunció su captura. En él, Taira se ve atontada y ojerosa mientras lee una declaración en la que pide el fin de los combates. Mientras ella habla, una voz en off califica a sus colegas de nazis.
Casada y con una hija adolescente, Taira sabía lo que una guerra puede hacerle a una familia. En determinado momento, un soldado ucraniano herido le pidió que llamase a su madre y ella le dijo que él podría llamarla, “así que no la pongas nerviosa”.
El esposo de Taira, Vadim Puzanov, dijo que ha recibido pocas noticias desde su desaparición.
“Acusar a una paramédica voluntaria de todos los pecados mortales, incluyendo tráfico de órganos, es ya una propaganda indignante — no sé siquiera para qué”, dijo.
Taira fue parte del equipo de Ucrania a los Juegos Invictus, una competencia para militares que han sido heridos. Recibió la cámara corporal el año pasado para filmar para una serie documental para Netflix sobre figuras inspiradoras producido por el príncipe Enrique de Gran Bretaña, que fundó los juegos.
En lugar de ello, ella filmó las imágenes de la guerra. En su último video, está sentada junto al chofer que desaparecería con ella. Es el 9 de marzo.
“Dos semanas de guerra. Mariúpol asediada”, dice en voz baja. Entonces maldice y la imagen se apaga.
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