Vladimir Putin espera con ansias el inicio del invierno en Europa. Tras varios reveses en la guerra en Ucrania -dentro y fuera del campo de batalla-, la llegada del frío se presenta ante el presidente ruso como la oportunidad para usar a su favor la carta del gas. ¿Cómo puede este preciado recurso influir en el rumbo del conflicto?
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A la crisis energética por la guerra se suma el inminente arribo del invierno y el riesgo de olas de frío a partir de noviembre y diciembre. Muchos gobiernos han pedido a los ciudadanos y a las empresas bajar los termostatos y ahorrar energía. La meta es evitar el racionamiento energético y los apagones. Las preocupaciones no son infundadas. Este año, a lo incontrolable del clima se suma la pugna geopolítica que enfrente a Occidente con Moscú.
Putin cuenta con ventaja después de haber cortado las exportaciones de gas ruso a Europa en represalia por las sanciones impuestas por la Unión Europea (UE) contra el Kremlin por la invasión a Ucrania.
En respuesta, la UE ha reafirmado sus planes de reducir el consumo de gas un 15% este invierno, en relación a la media habitual. Algunas naciones incluso se apresuraron a comprar el preciado combustible de otros proveedores como Argelia, Qatar, Noruega o Estados Unidos. Pese a los esfuerzos, el panorama es retador ante la llegada del invierno, más aún para los países más dependientes del gas ruso, entre ellos Alemania.
Prueba de la creciente preocupación es que la UE busca poner en marcha un sistema de compras conjuntas de gas el próximo año para adquirir el combustible a menos precio con miras al invierno 2023-2024, que se prevé aún más crítico que el que se viene.
“El próximo invierno podría ser incluso más difícil que este invierno. Tenemos que empezar ya a prepararnos”, dijo el director Ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía, Fatih Birol, quien remarcó que en el 2023 los “mercados estarán más apretados”.
Oportunidad para Putin
Enrique Banús, director del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de Piura, considera evidente que el clima va a cumplir un rol importantísimo en el conflicto porque el invierno en algunas partes de Europa puede ser muy frío.
“Es una táctica de tradición histórica de los rusos el esperar al invierno para vencer. Lo han hecho con la invasión de ejércitos y ahora lo están haciendo con el uso del petróleo y sobre todo del gas. Putin sabe que con Napoleón lo que se hizo fue esperar al invierno y con los nazis también. Él ahora no solo está esperando el invierno, sino que está bombardeando instalaciones ucranianas importantes desde el punto de vista energético. Todo indica que quiere hacer pasar frío a los ucranianos y a los europeos”, dice a El Comercio.
Ola de frío hace 10 años
La temporada helada del 2010/2011 significó un golpe para Europa. Alemania vivió el invierno más frío en 40 años con temperaturas sin precedentes y grandes capas de hielo. En buena parte del territorio los termómetros marcaron 20 grados bajo cero.
“Bestia del Este”
La prolongada ráfaga del Ártico conocida como la “Bestia del Este” llegó a Europa occidental desde Siberia en el 2018.
El impacto de un invierno gélido podría ser muy grande. Banús apunta que si los ciudadanos empiezan a pasar frío saldrán a protestar y entonces algunos gobiernos pueden tambalearse en su condena y en las sanciones contra Rusia. “Yo creo que Putin está calculando esto, acaba de cambiar a los mandos militares y ha puesto al frente a gente muy ruda y está atacando instalaciones civiles. Está preparando el invierno”, añade.
Para Occidente, Putin está usando la energía como una herramienta de guerra, lo han dicho líderes europeos como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
El analista internacional Roberto Heimovits apunta que aunque el invierno es una oportunidad grande para Putin porque Europa depende mucho del gas para calentarse, la dependencia del gas ruso se ha reducido.
“Antes de la invasión, Europa importaba el 40% del gas que consumía de Rusia, en el caso de Alemania, el 55%, pero con las sanciones y represalias, fuentes especializadas señalan que solo se está importando el 9% y hay reservas. Noruega ha reemplazado a Rusia como principal abastecedor de gas de Europa y se están buscando fuentes alternativas, como Argelia que ha firmado contratos con Italia”, dice a este Diario.
Putin dijo este miércoles 12 que Moscú está preparado para reanudar la provisión de gas a Europa a través de un enlace del gasoducto Nord Stream 2 que va de Rusia a Alemania bajo el mar Báltico y que jamás ha cumplido su objetivo por las tensiones de la guerra.
Al intervenir en un foro energético en la capital rusa, el mandatario volvió a acusar a Estados Unidos de estar detrás de las explosiones que destrozaron los dos enlaces del ducto Nord Stream 1 y uno de los dos enlaces del Nord Stream 2 y afirmó que quienes atacaron los ductos quieren debilitar a Europa al detener el flujo de gas barato desde Rusia.
En la misma jornada, el gigante gasístico ruso Gazprom afirmó que la Unión Europea puede sufrir durante el próximo invierno un déficit de gas de 800 millones de metros cúbicos diarios en caso una alta demanda ocasionada por fríos extremos.
Estrategia europea
En el juego geopolítico del gas hay algunos países más complicados que otros. La dependencia del gas ruso en algunos países es muy alta, sobre todo en Alemania, también en Francia, pero el país galo va a recibir ayuda de España, explica Banús.
España tiene una dependencia pequeña porque recibe el gas del norte de África, concretamente de Argelia. Otras naciones con poca dependencia son los que cambiaron a tiempo su política energética, entre ellos Lituania, Letonia, Estonia y Suecia que ya están recibiendo gas licuado, que es la alternativa.
“Entre Alemania, que tiene una dependencia muy alta, y los países escandinavos bálticos que hace tiempo vinieron esto venir y fueron sustituyendo esa dependencia con otras fuentes, va a haber muchas diferencias. Pero si Alemania pasa frío, Europa tiembla y puede acabar resquebrajándose la unidad de los políticos”, dice Banús.
Explica que la estrategia que se está siguiendo en Europa, algunos países con más tiempo que otros, es la apuesta por el gas licuado, que básicamente viene de Estados Unidos, pero también de Noruega y algunos países africanos.
“Aquí el problema es que hacen falta soluciones tecnológicas que no son fáciles porque hay que licuar el gas, transportarlo y luego gasificarlo otra vez, entonces hay que tener en los puertos unas capacidades de almacenamiento de gas líquido muy importantes. El otro tema es mantener las centrales nucleares, aunque ya todo el mundo estaba cerrándolas”, agrega el experto.
Heimovits agrega que la poca simpatía por Rusia y por Putin que existe en Europa hace difícil que el público europeo esté dispuesto a ceder este invierno. “Es probable que haya grietas, que la población de uno u otro país flaquee, pero no es seguro, sobre todo si los rusos siguen con las atrocidades en Ucrania”, dice.
“Y a largo plazo, con todo lo que ha pasado, lo más probable es que Europa cumpla con sus objetivos y deje de depender del gas ruso, lo que va a ser un grave golpe económico para Rusia”, añade.
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