El 100% de la policía de Brasilia será movilizada. El porte de armas entre el 28 de diciembre y el 2 de enero queda absolutamente prohibida en el Distrito Federal por disposición de la Corte Suprema. Y el ingreso a la Explanada de los Ministerios, sede del poder político brasileño, quedará restringida.
Estas son algunas de las medidas que se están tomando en Brasil ante las amenazas que han surgido durante las últimas semanas en contra del presidente electo, Luiz Inácio Lula da Silva, mientras se alista para la ceremonia de asunción programada para este domingo.
MIRA: Cientos de “Bolsonaristas” mantienen protesta en Brasilia contra asunción de Lula
Las alertas, que se activaron el 12 de diciembre, día en que se confirmó la victoria de Lula sobre el saliente mandatario Jair Bolsonaro, suenan más fuerte desde el último fin de semana, cuando la policía frustró un atentado con bomba.
“SIN PRECEDENTES”
El 24 de diciembre, la policía de Brasilia informó que había detenido a George Washington de Oliveira Sousa, un seguidor del ultraderechista Bolsonaro, con un arsenal que incluía un aparato explosivo. Ante las autoridades, el sospechoso confesó que planeaba “iniciar el caos” e “impedir la instauración del comunismo en Brasil” haciendo estallar un camión de combustible cerca del aeropuerto capitalino.
A la detención de Oliveira se sumaron otras cuatro más reportadas el último jueves, en el marco de una serie de redadas realizadas en todo el país en búsqueda de 21 acusados de haber atacado la sede de la Policía Federal e incendiado vehículos en Brasilia al anunciarse la victoria del líder izquierdista.
Estos actos han estado encabezados por pequeños, pero organizados, grupos de seguidores de Bolsonaro que se han visto motivados por las acusaciones sin fundamento del presidente saliente sobre un amaño que habría provocado su derrota electoral.
“No hay precedentes de sucesos así desde que volvió la democracia a Brasil, en la década de 1980. Es una tensión por amenazas terroristas que no coincide con las últimas décadas de democracia en el país. Esto solo demuestra que aún somos una democracia joven y por lo tanto en construcción”, comenta a El Comercio Daniela Neves, doctora en Ciencia Política y especialista en elecciones en Brasil.
El reto para la democracia brasileña, sin embargo, empezó desde la campaña electoral, la misma que estuvo marcada por una inédita polarización en el gigante sudamericano y acompañada por algunos actos de violencia.
El director de estrategia de Arko Adive (consultora dedicada al análisis político) e investigador senior asociado del El Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), Thiago de Aragão, coincide con Neves en cuanto a que el país se encuentra frente a una situación inédita.
“No hemos tenido nada similar. Claro que hemos pasado por crisis en el pasado, pero no de esta forma. Es una situación compleja, hay un grupo de fanáticos que diariamente consumen informaciones falsas que ellos mismos fabrican. Esto está generando un sentimiento de rabia creciente en estos grupos. Mucho tiene que ver que hace dos meses ellos creían que el presidente Bolsonaro haría algo, sin saber qué, que podría cambiar el rumbo de las cosas. Pero ahora Bolsonaro está divirtiéndose en Florida y ellos en una situación de desesperación”, señala De Aragão.
EN BUSCA DE RESPONSABLES
Bolsonaro, quien aún no ha reconocido la victoria de Lula, viajará hoy a Estados Unidos, por lo que no participará del tradicional cambio de banda presidencial.
Si bien el mandatario saliente no ha instado públicamente a los hechos violentos es inevitable hacer un símil con la actitud que tomó una de las figuras con la que tanto se le comparó durante su gestión: el republicano Donald Trump.
El infame asalto al Capitolio, registrado el 6 de enero del 2021 en Washington, fue la respuesta de un grupo de fanáticos de Trump que vieron alimentadas sus acciones por las constantes denuncias sin argumento del polémico multimillonario sobre un supuesto fraude electoral que le costó la derrota frente al demócrata Joe Biden.
Bolsonaro, por su parte, permaneció en silencio los dos días posteriores a la elección rompiéndolo únicamente para calificar de “injusticia” a los comicios. Tres semanas más tarde, el derrotado ultraderechista dejó en claro que no aceptaría públicamente la victoria de Lula, pese a que ya se había iniciado un proceso de transición entre los ministerios.
“Claro que existe una responsabilidad de Bolsonaro. Él es el presidente. De la misma forma que durante la pandemia se necesitó que dijese que la gente se ponga la vacuna y use mascarillas, ahora el presidente debía decir que así es la democracia y fin. La gente se iría a casa. Pero es demasiado emotivo y no necesariamente pragmático, es lo que ha demostrado durante su presidencia. El otro responsable es estructural: el bajo nivel educativo en Brasil. Quienes protestan no entienden cómo funciona la Constitución. Piden cosas que no tienen ningún sentido. No hablamos de un grupo grande, sino mas bien algunos empresarios adinerados que no aceptan la derrota y financian a elementos que no buscan manifestarse pacíficamente”, explica De Aragão.
“(Bolsonaro) Tiene responsabilidad total. Calló (su derrota), animó y estimuló (a los manifestantes) y esas son las palabras del hombre que colocó la bomba en el aeropuerto. Los grupos que atacaron a los cuarteles, además, fueron financiados por simpatizantes de Bolsonaro”, agrega por su parte Neves.
¿UN PELIGRO REAL?
Recordando nuevamente a Trump y el asalto al Capitolio. El evento significó un serio golpe a la imagen del expresidente, no solo por la investigación que emprendió el Congreso Estadounidense al respecto -que concluyó sugiriendo al Departamento de Justicia presentar cargos penales contra el republicano- sino también prácticamente liquidando su liderazgo dentro del partido.
Esto último, sumado al fracaso republicano durante las elecciones de medio término, han llevado a que cada vez menos candidatos quieran aparecer junto a Trump en la foto.
¿A Bolsonaro le podría esperar algo parecido? Para De Aragão la situación, pese a tener matices similares, se presenta de forma muy diferente.
“Bolsonaro siempre tendrá apoyo de un grupo, pero hoy no hay nada que pueda hacer con esto porque no ocupará ningún cargo público. Ese apoyo no representará nada en realidad. Lo que ocurrió en el Capitolio es un ejemplo claro de algo que puede ocurrir cuando informaciones falsas llegan a un gran grupo de gente, generando este tipo de reacciones. Pero justamente lo del Capitolio llevará a que no ocurra nada en Brasil, la policía estará preparada y buscará mantener a estos grupos violentos muy lejos del lugar. Siempre hay un riesgo, pero no veo el mismo que en el Capitolio”, señala.
Neves, por su parte, se muestra mucho más cauta sobre lo que podría pasar el domingo en Brasilia. “Yo veo que hay un peligro real, a pesar de que todas las fuerzas de seguridad están atentas a los movimientos. Las decisiones tomadas pueden ayudar a minimizar los daños, pero el trabajo de las agencias de Inteligencia tendrá que ir más allá para prevenir otros actos terroristas”, advierte.
Cabe resaltar que, más allá de la juramentación, Lula tendrá como uno de sus primeros retos intentar reencausar a un país más polarizado que nunca. Para Neves, “la seguridad e Inteligencia deberán reforzarse durante los primeros días (de su mandato), hay una amenaza real de grupos radicales. La salida de Bolsonaro del país podría aliviar la situación pero aún hay espacio para actos terroristas”.
De Aragão, por su parte, considera que Lula optará más bien por tomar distancia de estos temas hasta que las aguas estén más calmadas. “Creo que en sus primeros días no se enfocará en la oposición sino en sus aliados y ordenar lo que necesite dentro de sus ministerios y el resto del gobierno. Lula ni escuchará lo que diga la oposición porque es irrelevante en este momento. Con el paso del tiempo, cuando las emociones se tranquilicen, será posible hablar con los líderes de la oposición para encontrar puntos en común”, comenta.