¡Buen día, estimado lector! Han pasado 35 años pero todos los panameños que superan la base cuatro recuerdan con nitidez la Navidad de 1989. Aquel año el gobierno de George H.W. Bush ordenó la invasión estadounidense de Panamá, donde gobernaba el dictador Manuel Antonio Noriega. La operación militar empezó un 20 de diciembre, duró pocos días, fue condenada por la comunidad internacional y acabó con el general panameño rendido y enviado a EE.UU. para ser enjuiciado por narcotráfico y extorsión.
No es que estemos ante otra inminente invasión norteamericana, pero sí ante una nueva Navidad agitada para los panameños a partir de -¿cuándo no?- la lengua y verbo afilados de Donald Trump, el presidente electo de Estados Unidos que ya dio muestras de que no cree en países aliados. Amenazó hace unas semanas a Canadá, su mayor socio comercial, con rigurosos aranceles a sus productos y ahora la emprende con Panamá, acaso el país más cercano a Washington en Centroamérica.
¿Qué desató esta vez la ira de Trump? Según el líder republicano, Estados Unidos está siendo “estafado” en el Canal de Panamá por las “tarifas exorbitantes” y crecientes costos de envío requeridos para usar la vía fluvial que conecta los océanos Atlántico y Pacífico, y por la creciente influencia que -según él- ejerce China sobre el gobierno panameño en torno a esta importantísima arteria comercial.
“Si no se siguen los principios morales y legales, entonces exigiremos que el Canal de Panamá sea devuelto a EE.UU. en su totalidad, rápidamente y sin preguntas”, bramó Trump el fin de semana. A las pocas horas, el presidente panameño, José Raúl Mulino, le respondió en un video que cada metro cuadrado del canal pertenece a Panamá y que así seguirá siendo siempre. “¡Ya veremos!”, replicó Trump a través de su red social favorita.
No hay duda de que este dardo contra Panamá se enmarca en esa estrategia tan trumpista de amenazar y asumir posiciones de fuerza para iniciar negociaciones. Nadie en su sano juicio vería posible una invasión al estilo de Rusia contra Ucrania, ello supondría un suicidio político y diplomático en toda regla. Pero la presencia china en nuestra región sí puede desatar más de una escaramuza. Panamá, en todo caso, celebrará más patriótica que nunca este martes 31 los 25 años de haber asumido la responsabilidad total de la administración y operación del canal. ¡Feliz Navidad y hasta el martes que viene!