Fortalecer a los partidos a través de sus bancadas

Martha Moyano Delgado

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Con mi mesa no te metas

Ed Málaga-Trillo

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“La aspiración a ser elegido debe condecirse con la lealtad al grupo parlamentario del partido político por el que los electores decidieron”.

Debemos partir del criterio de que los partidos políticos son la esencia de la democracia. Por eso, debemos fortalecerlos a través de sus grupos parlamentarios legítimamente representados y elegidos democráticamente en el último proceso electoral. Lamentablemente, hemos advertido cómo se ha normalizado el transfuguismo parlamentario en nuestro país. Esto conlleva al debilitamiento de nuestro sistema político y de nuestra democracia.

La propuesta de fortalecer los partidos nace de la necesidad de respetar la voluntad ciudadana y su decisión de elegir –en su momento– a determinados candidatos como sus representantes en el Parlamento. De acuerdo con nuestra normativa electoral, para ser candidato al se debe militar en un partido a menos que uno sea invitado. Es decir, en la mayoría de los casos, uno debe registrar su militancia en el Registro de Organizaciones Políticas del Jurado Nacional de Elecciones. Sin ese requisito, uno no puede postularse, porque sería excluido del proceso electoral. Esta militancia se entiende como la plena coincidencia entre el plan de gobierno, ideales, principios, valores, etc., del partido político y el ciudadano que decide hacerse militante para, posteriormente, ser candidato por dicho grupo político. Debe quedar absolutamente claro que son las organizaciones políticas las que participan en las contiendas electorales, no las personas.

Por esto, debe de haber una sanción política, a través del impedimento que se propone en el Reglamento del Congreso, contra aquel parlamentario que traiciona la voluntad ciudadana –con su renuncia al grupo parlamentario– para una aspiración política o de poder para asumir presidencias de comisiones u ocupar un cargo administrativo, como lo es la .

Dicho de otro modo, el interés personal de un político jamás debe de estar por encima de la voluntad y la confianza de sus electores. Nadie pretende vetar candidaturas. Todos tenemos derecho a elegir y ser elegidos, eso es indiscutible. Sin embargo, esta aspiración a ser elegido debe condecirse con la lealtad al grupo parlamentario del partido político por el que los electores decidieron en las urnas. De continuar con esa práctica, estaríamos permitiendo la deslegitimación de la representación nacional, algo desde todo punto de vista inconcebible en el primer poder del Estado.

Es importante recordar que, en el pasado, hubo un debate acerca de la posibilidad de que un parlamentario que renunciase a su bancada sea apartado de facto del Congreso, y que su accesitario asuma el cargo (figura jurídica que existe con el desafuero de un legislador) a menos que el grupo parlamentario al que pertenezca se aparte de sus principios y vulnere su ideario o, de alguna u otra manera, se haga insostenible la permanencia del congresista en dicho grupo parlamentario.

Invoco a mis colegas parlamentarios a no defraudar a nuestros electores. También invoco a la ciudadanía en general a mantener una postura permanente de control hacia nosotros como representantes de la Nación.


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