Otorgando, no quitando, por Ricardo Herrera Vásquez
Abogado laboralista
El nuevo régimen laboral para jóvenes es beneficioso. Su título no es casual: Ley que Promueve el Acceso de Jóvenes al Mercado Laboral y a la Protección Social. Su público objetivo son las personas de 18 a 24 años que nunca han estado en planilla, por lo que accederían al primer empleo, o que ya estuvieron en planilla, pero tienen un lapso de desempleo de tres meses o más. En resumen, aquellos que no tienen trabajo, por lo que parten de no tener ningún beneficio laboral ni protección social (pensiones, atenciones en salud) para acceder a algunos: remuneración mínima vital, jornada máxima de trabajo y pago o compensación de sobretiempo, descanso semanal y en feriados, vacaciones (15 días) e indemnización en caso de despido arbitrario. En esa medida, esta ley no desmejora derechos, sino que los otorga. Es un avance desde la informalidad total.
Por otro lado, no es posible despedir injustificadamente a trabajadores del régimen común para reemplazarlos por jóvenes del nuevo régimen. Tampoco puede obligarse a jóvenes contratados bajo el régimen común a pasar al nuevo régimen y, de hacerlo, el empleador se verá forzado a pagar multas de entre 5.700 y 380.000 soles, en función al número de trabajadores afectados.
La OIT señala que la disminución de beneficios laborales no se traduce necesariamente en menos informalidad laboral. Sin embargo, como mencionábamos, no hay una reducción de beneficios, sino el otorgamiento de estos a quienes no los tienen. Pero, además, el régimen común es una de las causas de la informalidad laboral, que representa el 75% de la PEA. En Chile, Argentina o Brasil, donde los costos laborales no superan el 35% de los costos totales del empleador (aquí superan el 50%), la informalidad laboral no llega al 25% de la PEA. Sintomáticamente, en estos países los salarios son más altos que en el Perú. Esto revela que, como dice el Banco Mundial, a mayor rigidez en la legislación laboral, más informalidad y peores salarios.
Si bien el régimen especial para las pymes no ha formalizado el mercado laboral como se esperaba, pese a tener un costo laboral (8,3%) equivalente a la mitad del costo del nuevo régimen (15%), ¿podemos vaticinar que este no formalizará el empleo juvenil? No, porque la razón por la que las pymes no se formalizan, en primer lugar, es que tienen que pagar la remuneración mínima vital y no pueden, además de que siguen esperando la implementación del Sistema de Pensiones Sociales para acceder a la jubilación.
El nuevo régimen laboral juvenil pretende atacar un problema social: el 9,2% de jóvenes de 18 a 24 años se encuentra desempleado, siendo el promedio nacional de desempleo 4,4%. Hay 170.000 jóvenes que no estudian ni trabajan.
Los jóvenes son nuestro bono demográfico, no podemos permitir que se frustren sin empleabilidad. Démosle la oportunidad del primer empleo, en una etapa de transición con algunos derechos laborales para llegar, máximo en tres años, a la calificación laboral suficiente que les garantizará empleos con todos los derechos sociales.
Cuanto antes se capaciten y especialicen los jóvenes, más rápido lograremos mejorar la productividad de las empresas y, con ello, la competitividad del país. Si no cambiamos la actual legislación, no cambiaremos el statu quo del mercado laboral.
El cuento de la disminución, por Alfredo Villavicencio Ríos
Profesor de Derecho de la PUCP
Un cuento mil veces contado no deja de serlo. La repetición de una mentira en la abrumadora mayoría de los medios de comunicación tampoco la transforma en verdad. La evidencia empírica es incontrastable: en el régimen laboral de la microempresa no hay gratificaciones, CTS, ni asignación familiar; allí donde el 95% de los trabajadores son informales, el régimen laboral que solo les reconoce 15 días de vacaciones no ha llegado a formalizar en la práctica a nadie (menos del 5%) en 12 años. Asimismo es un hecho que lo que ahora no se les pagará a los jóvenes en gratificaciones ni CTS, se quedará en el bolsillo de los empleadores incondicionadamente.
La evidencia empírica también es incontrastable tras 23 años de reducción de derechos laborales: la distribución de la renta en el Perú es mucho más injusta ahora que en 1990. En ese entonces, 22,6 puntos porcentuales separaban a los ingresos por utilidades de los de salarios, en tanto que en el 2012 eran 41,5, es decir, casi el doble.
Además, nos dicen que con este nuevo régimen se pretende un incremento de la productividad, pero, claro, no señalan que se trata de lo que la academia califica como espuria, porque no se origina en una mejora de la calidad de la mano de obra, sino en la reducción de estándares laborales.
En tiempos de globalización, esta medida es como si para llegar a las olimpiadas disminuyéramos los 2,31 metros que exige el Comité Olímpico y pusiéramos 1,90 metros como altura para ir a Río-2016. Es claro que tendríamos una nutrida delegación de saltadores rumbo a tierras cariocas, pero también lo es que su fracaso en la competencia mundial sería clamoroso. Por tanto, la medida solo habría servido para autoengañarnos, y en las olimpiadas –del mercado mundial– nuestra competitividad seguiría siendo pésima. Claro que el autoengaño del régimen laboral de los jóvenes no solo tiene por consecuencia que hagamos el ridículo a escala mundial, sino que transfiere recursos del esmirriado bolsillo de los muchachos al de los empleadores. En un país que pretende emprender el camino del desarrollo, lo que se requiere es ir acortando la brecha entre ricos y pobres.
La cuestión todavía empeora si nos ubicamos en un contexto internacional adverso, que requeriría reforzar la demanda interna para contrarrestarlo. Pero hacemos exactamente lo contrario: quitamos recursos que se iban a dedicar al consumo directo para ponerlos en el campo de las rentas.
Y que no digan, por favor, que los jóvenes asalariados eran unos privilegiados porque tenían derechos que la gran mayoría no tiene. Debo recordar que el salario mínimo es 750 soles y 1.735 la remuneración promedio neta. Quien lava automóviles en mi universidad respondió ayer a mis preguntas indicando que en promedio lava 30 carros al día, con lo que gana 150 soles diarios, es decir, que en cinco días percibe lo que en un mes un trabajador asalariado y cada mes gana 3.300 soles, 90 % más que el salario promedio.
Pongamos las cosas en su sitio y no aceptemos esta nueva versión de un cuento chino tantas veces referido y tantas otras fracasado.