Inseguridad, informalidad, brechas de infraestructura, corrupción, limitado acceso a educación de calidad, un pobre sistema de salud y un largo etcétera. Como todos sabemos, el Perú tiene muchísimos problemas y la verdad es que estos no desaparecerán de la noche a la mañana, y nadie vendrá con el remedio infalible debajo del brazo a solucionarlos de un porrazo. Lo realista es que vayamos por partes y de a pocos, partiendo por lo básico y lo más urgente. Y hay dos cosas que considero esenciales: combatir la anemia e impartir mejor educación cívica.
Sobre lo primero: ningún plan que tengamos para el futuro tiene sentido si es que hoy tenemos al 43,1% de los menores de tres años de nuestro país con anemia (Endes, 2023), un mal que los perjudica en un momento particularmente sensible de su crecimiento, cuando están sentando las bases para su desarrollo cognitivo, emocional y motriz.
Si no se aborda este problema decididamente, de poco servirían las grandes obras de infraestructura o los eventuales avances en la calidad de nuestra educación, pues tendremos a un grupo de ciudadanos condicionados negativamente desde el punto de partida. Un problema del presente que, en el futuro, se expresará en menos oportunidades y en mayor riesgo de permanecer o caer en la pobreza.
El Gobierno ha desplegado un plan multisectorial para combatir la anemia, pero lo cierto es que esta debe abordarse desde múltiples frentes, incluido el privado. Este no solo puede contribuir con sus sólidos canales de distribución a escala nacional para movilizar alimentos fortificados con hierro, sino que también puede aportar a través de investigación para encontrar maneras innovadoras de encararla.
Sobre lo segundo: la esencia de una democracia saludable es el ejercicio pleno de la ciudadanía y para esto es clave que impartamos conocimientos cívicos básicos. Esto incluye, desde fomentar el respeto mutuo y el reconocimiento de la libertad de nuestros pares hasta difundir información básica sobre cómo funciona el Estado de derecho. Muchos argumentan que este tipo de lecciones se dan en casa, pero la verdad es que la realidad ha demostrado que se necesita un serio refuerzo desde las escuelas.
Los peruanos del mañana deben tener claro que las leyes deben cumplirse, que los hombres y mujeres tenemos los mismos derechos y deberes, que el trabajo en el Estado es para servir al país y que la democracia y, con ella, la conciliación pacífica de nuestras diferencias es la mejor vía para el desarrollo de nuestro país. Hoy, según una encuesta de Ipsos encargada por Idea Internacional, el 23% del Perú cree que “en algunas circunstancias” un gobierno autoritario es preferible a uno democrático y el 29% cree que da lo mismo el uno o el otro. Esto es sumamente peligroso.
De cierta manera, encontrar solución a todos los problemas de nuestro país parece cercano a reconstruirlo desde cero y puede que sea cierto. Pero para emprender esta tarea sí o sí tenemos que empezar por lo básico, por los cimientos sobre los que se construye todo lo demás.
Y esta tarea solamente será posible con el Estado y las empresas privadas formales trabajando juntos, compartiendo estos dos objetivos para así dejarle un mejor futuro a las próximas generaciones.