José Incio

Estamos cerca de cumplir un año desde que y Perú Libre llegaron al gobierno. Es innegable que la elección democrática de un Gobierno con un discurso de marcó un hito importante en nuestra historia política moderna. Durante la campaña, Castillo y Perú Libre prometieron conectar con los millones de peruanos que fueron dejados de lado por el crecimiento económico, esos sectores que sufrieron más que el resto los estragos y golpes de la pandemia del COVID-19.

La pandemia hizo más evidente que nuestro crecimiento económico de las últimas décadas se distribuyó de manera muy desigual entre los ciudadanos. Los gobiernos anteriores no aprovecharon los ciclos económicos positivos para modernizar y fortalecer los servicios estatales como educación, salud, transporte, etc. La oportunidad del crecimiento económico fue desperdiciada por nuestra élite política enfocada en repartijas de poder y, en algunos casos, aprovecharon su posición para enriquecerse. Por su lado, la élite económica usó su nivel de influencia para remover obstáculos como regulaciones laborales o ambientales, o cometer abusos de manera impune. En ese contexto, una candidatura de izquierda que prometía quebrar ese círculo vicioso de codependencia y aprovechamiento fue atractiva, sobre todo en una elección fragmentada con pésimas opciones que no conectaron con la ciudadanía. Pedro Castillo con Perú Libre, para un sector de la población,era una opción expectante.

Sin embargo, en menos de un año de gobierno, la gestión de Pedro Castillo y el accionar de Perú Libre ha sido, por decir lo menos, decepcionante. Pedro Castillo hace lo mismo que prometió acabar: usa los recursos del Gobierno para beneficiar a sus allegados. Castillo y Cerrón entregan cargos importantes a personas cuyo único mérito es estar cerca de ellos, lo mismo sobre lo que siempre se quejaron. La corrupción que solían achacarle a todos los gobiernos anteriores es también una marca y constante en este Gobierno. La falta de transparencia del Ejecutivo no hace sino dar sustento a todas las acusaciones hechas. En este año, queda claro que Castillo y compañía han demostrado tener poca idea de cómo deben gobernar.

En un país tan desigual como el nuestro, un Estado eficiente y fuerte es esencial para nivelar la cancha. Necesitamos un Estado que asegure que los ciudadanos y ciudadanas tengan oportunidades para desarrollarse sin depender de la situación económica u origen de los padres. Un Estado que permita el desarrollo de sus ciudadanos en el mercado, pero también que regule las deficiencias y abusos de este, protegiendo el bien común y velando por los intereses de futuras generaciones. En fin, un Estado que priorice lo público.

Si este Gobierno fuera de izquierda, estaría más preocupado por mejorar la calidad de vida de los millones de trabajadores que sostienen la economía del país. Esos trabajadores que se levantan temprano ven pasar horas preciadas de sus vidas en un transporte deficiente y caótico. A este Gobierno pareciera importarle poco este tema, al punto de colocar al frente a ministros como Juan Silva. Por su lado, la izquierda en el Congreso aliada con otras bancadas han buscado debilitar lo poco que se ha avanzado en materia de transporte público, favoreciendo sectores como colectiveros y transporte informal, que no ofrecen una solución viable al problema.

Por otro lado, un Gobierno de izquierda tendría como una de sus principales banderas la defensa de la educación pública de calidad, donde el Estado se asegure que nadie abuse de las expectativas de los niños y jóvenes que buscan tener mejores oportunidades. Sin embargo, desde el Ejecutivo y el Congreso, la izquierda ha fallado en esta defensa. En menos de un año se ha tenido cinco ministros de Educación, la mayoría priorizando resolver pugnas sindicales en lugar de proponer una política pública sensata para mejorar la educación que reciben millones de niños y niñas.

Por su parte, la bancada de Perú Libre ha cerrado filas con mercenarios de la educación, debilitando el rol de supervisión del Estado a través de la Sunedu permitiendo que empresarios sin escrúpulos sigan lucrando con las expectativas de los más jóvenes. Así también, no tuvieron problemas con jugar en pared con Renovación Popular y otras bancadas para retirar la educación sexual integral de los colegios públicos. Negando a millones de niños y niñas información a la que sí se accede en muchos colegios privados. Información que, como lo ha demostrado el caso del colegio Nazareno en SJM, es efectiva para evitar embarazos adolescentes y violencia sexual. El Ejecutivo, en un gesto positivo, observó la ley sobre Sunedu promulgada por el Congreso; no obstante, no ha dado mayores muestras de querer defender una de las pocas políticas de Estado que ha sobrevivido a varios gobiernos.

Es importante reconocer que no es solo el Gobierno de Castillo y Perú Libre quienes están haciendo un pésimo trabajo. En esa comparsa los acompaña el Congreso, con una Mesa Directiva sin rumbo, legislando en beneficio de grupos de interés y la derecha con poder político enfocada en reescribir la historia de su derrota en lugar de hacer buen uso de su control político. Castillo puede decir, con razón, que le ha tocado un mal Congreso, sin embargo, no puede culpar al Congreso o a la ‘derecha’ de sus errores propios, escándalos autoinfligidos y torpezas. Desde el Ejecutivo se puede hacer bastante, pero el mandatario decide no hacerlo.

Lo que queda claro hasta ahora es que este Gobierno, más que ser de izquierda, se caracteriza por ser mercantilista, argollero y con mucha evidencia de corrupción. La ineficiencia y desgobierno lo sufren más la población de menos recursos que necesitan un Estado eficiente y presente. Lo que están haciendo Castillo, Cerrón y compañía es apelar al simbolismo del pueblo para, sobre todo, favorecer a sus allegados y agrandar las brechas sociales, es decir: lo mismo de siempre.

José Incio Doctor en Ciencia Política

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