La educación superior en el Perú se encuentra en un momento decisivo. El 2025 no solo marca el inicio de un nuevo ciclo académico, sino también la necesidad de responder con prontitud a las crecientes demandas de acceso, calidad y sostenibilidad en un entorno caracterizado por una rápida transformación tecnológica y social. En este contexto, las universidades debemos liderar con acción y visión.
Uno de los grandes desafíos es consolidar un sistema nacional de acreditación robusto y transparente que, además de garantizar las condiciones básicas de calidad, promueva una educación integral. Este sistema debe incluir indicadores claros en áreas claves como investigación, internacionalización y sostenibilidad, que también son los pilares fundamentales de nuestra Casa de Estudios.
En una investigación reciente, titulada “Evaluación y acreditación para el aseguramiento de la calidad de la educación superior en México” (Hernández et al., 2023), se concluye que desarrollar la capacidad de autoevaluación en las universidades es esencial para transformar la acreditación en una herramienta de mejora continua. Esta debe estar respaldada por políticas públicas que fomenten una cultura de calidad. El reto de construir una sinergia efectiva entre el Estado y las universidades está planteado.
Desde la Universidad de Lima, hemos asumido un rol activo en la reducción de las brechas educativas del país. Actualmente, el 70% de nuestros estudiantes paga la categoría más baja y nuestras becas Ilse Wisotzki permiten que jóvenes talentosos de colegios nacionales accedan a una educación de calidad. Estas becas representan un ejemplo concreto de cómo la inclusión es más que un principio: es una acción transformadora.
Sin embargo, garantizar el acceso no es suficiente. La adaptación a las exigencias tecnológicas y laborales es ineludible. Por ello, una propuesta innovadora es la incorporación transversal de la inteligencia artificial (IA) en los programas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés) y en las carreras de administración. Además, la creación de programas académicos especializados en áreas emergentes con enfoque en IA responde a las demandas del mercado global. Paralelamente, la oferta de cursos especializados en esta tecnología para estudiantes de ingeniería asegura una formación que los prepare para liderar en un entorno profesional altamente competitivo.
La vinculación con el sector empresarial constituye otro eje prioritario. Esta colaboración no solo refuerza la misión de la educación superior, sino que también contribuye al desarrollo económico y social del país. Las universidades peruanas deben posicionarse como generadoras de soluciones concretas para los desafíos locales y globales. Para lograrlo, es fundamental estrechar los lazos con el sector productivo.
En el ámbito de la internacionalización, la colaboración entre universidades peruanas y extranjeras representa una oportunidad clave para enriquecer el conocimiento y ampliar los horizontes académicos. Este esfuerzo no solo beneficia a los estudiantes directamente involucrados, sino que también fortalece la presencia del Perú en redes académicas globales, de modo que se promueve el intercambio de ideas y experiencias entre docentes y alumnos.
Por último, quiero compartir mi visión personal. Imagino una universidad donde la tecnología no sea únicamente una herramienta, sino un puente hacia la personalización del aprendizaje. Sueño con un campus donde la ética cívica y los valores humanistas sean los cimientos de toda actividad. Estoy convencida de que educar no se limita a formar profesionales competentes, sino también ciudadanos responsables y comprometidos con su entorno.
El 2025 nos desafía a ser audaces. Nos convoca a repensar el rol de la educación superior en la sociedad, innovar sin perder de vista nuestros valores fundamentales y trabajar juntos para construir un futuro más inclusivo, equitativo y sostenible.