Fue como si se tratara de la primera vez. Como si nunca, en lo que va de esta pandemia, nos hubiéramos enfrentado a una variante del SARS-CoV-2. De pronto, saber sobre la identificación de ómicron en Sudáfrica, saber que había sido calificada por la OMS como variante de preocupación y suponer, basados en la escasa información que hasta ahora se tiene, que es más contagiosa, hizo que las alarmas se activaran en todo el mundo.
Lo único que se sabe –hasta el momento en que se publica esta columna– es que todavía no hay nada claro. Sí, aún hay muchas preguntas por responder para tomar las mejores decisiones en el menor tiempo posible, pero al haberse identificado esta nueva variante hace poco más de una semana no se tiene la información suficiente.
Según la OMS, no está claro si ómicron se contagia más fácilmente de persona a persona (incluso en comparación con delta, que hoy es la prevalente en Sudamérica) ni hay información que sugiera que los síntomas asociados a esta variante sean diferentes a los de las otras. Tampoco se sabe si esta variante pueda contagiar con más facilidad a quienes ya sufrieron el COVID-19. Entonces, mucho de lo que ha visto en algunos medios y, sobre todo, en redes sociales no tiene fundamento.
¿Qué hacer? Seguirnos cuidando como hasta ahora: vacunación completa, uso de mascarilla y preferencia por lugares ventilados, así como evitar compartir sin precaución y por mucho tiempo espacios con personas extrañas a nuestro entorno cercano.
Según datos del Ministerio de Salud, el mayor porcentaje de los internados que hoy ocupan camas UCI por COVID-19 son no vacunados. Por eso, es necesario que quienes aún no se vacunan, les falta la segunda dosis o ya están en fecha para recibir su dosis de refuerzo se acerquen a los vacunatorios. Pero también es indispensable que las autoridades vuelvan a destinar más personal para la aplicación de las dosis. Muchas personas están dejando la vacunación para luego por las interminables colas y los pocos espacios de atención disponibles.
Del mismo modo, debemos recordar que la pandemia no ha terminado. Es nuestra oportunidad para tomar las mejores decisiones y contribuir para que lo que venga no sea tan grave. ¿Es indispensable ir a todos los almuerzos y cenas de fin de año a las que me inviten? ¿Puedo no ir al estreno de la película más esperada del año? ¿Debo sentirme mal si prefiero mantenerme siempre con mascarilla, aunque esté con gente vacunada? Todas preguntas válidas, pero cuyas respuestas solo las vamos a poder dar cada uno de nosotros.
¿Todo volverá a ser como en el 2019? No, y también debemos acostumbrarnos a que ya no es una nueva normalidad, sino “la normalidad”. Pero para que todo el sacrificio hecho valga la pena, vamos a tener que seguirnos cuidando un tiempo más. Es lo que nos ha tocado a todos.
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