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Proteger derechos no es ideología, es justicia
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A las normas que vienen dejando sin efecto reformas orientadas a impulsar el progreso social y económico del país se le está por sumar un nuevo capítulo. Y es que así como hemos visto pasar reformas nefastas en los frentes de educación, transportes, minería ilegal y lucha contra el crimen organizado que comprometen nuestro desarrollo y nos ponen frente a décadas de retroceso, hoy está por pasar lo mismo con una norma que compromete el futuro y las oportunidades de 17.3 millones de personas en nuestro país. Eso es lo que está por pasar con la última norma aprobada por el Congreso que elimina el enfoque de género de todas las políticas públicas y la Educación Sexual Integral en las escuelas.
Esto es un retroceso de más de 20 años en un país en el que 6 de cada 10 mujeres adultas son víctimas de violencia por parte de sus parejas o ex parejas sentimentales. En el que 30% de mujeres no tiene acceso a recursos propios. En el que el índice de analfabetismo en las mujeres triplica al de los hombres. En el que el 20% de las niñas y adolescentes en las zonas rurales está embarazada. Sí, una de cada cinco. Es en este país que lamentablemente tiene aún todas estas características que el Congreso plantea eliminar la herramienta fundamental para entender y corregir estas y otras estadísticas igualmente nefastas.
¿Qué es el enfoque de género y por qué es importante mantener este enfoque en las políticas públicas? El enfoque de género es la categoría de análisis que identifica, aborda y analiza las causas y factores que contribuyen, por ejemplo, a los índices de violencia que sufren las mujeres por parte de las personas de su entorno cercano. Las causas de esta realidad no están en la biología sino en las dinámicas sociales. Y el enfoque de género se centra justamente en estas dinámicas sociales. La violencia contra la mujer no se explica porque los hombres tengan mayor fuerza física sino porque eligen ejercerla contra ellas en cifras que hoy son alarmantes y por motivos que nada tienen que ver con la biología. Esto responde a procesos de socialización que los han llevado a entender, por ejemplo, que castigar físicamente a su pareja bajo determinadas circunstancias es correcto e incluso esperado de ellos.
Y en la misma línea vamos con la Educación Sexual Integral (ESI). Un término cuyo debate está lamentablemente plagado de desinformación y miedo. Esta es importante porque le da a los niños, niñas y adolescentes herramientas e información para conocer y cuidar su cuerpo y, algo no menor en nuestra realidad nacional, les permite enfrentar situaciones que pongan en riesgo su integridad sexual. Algo que aunque no nos guste aceptar, pasa principalmente en las casas e involucra a los integrantes del hogar. Solo para ponerle un número a esto, el Ministerio de Salud atendió entre enero y octubre de este año a más de 9,800 niños y adolescentes por casos de abuso sexual. La eliminación de la ESI pretende que esta educación quede en manos de los padres o familiares de esos 9,800 menores abusados.
En el caso del enfoque de género, la propuesta plantea un enfoque de igualdad de oportunidades, y en el de la ESI, una educación con base científica, biológica y ética. El enfoque de género y el enfoque de igualdad de oportunidades no son conceptos equivalentes. Este último es insuficiente sin un enfoque de género que permita justamente encontrar y abordar la desigualdad. Las estructuras socioculturales van más allá de la biología de las personas. Sin un enfoque de género, por ejemplo, un feminicidio se interpreta como un crimen pasional, y no como el mecanismo final de ejercicio de control sobre la mujer porque quiso terminar una relación, porque no llegó a la hora a casa o porque quiso tener un negocio propio para lograr autonomía económica. Todos estos no son motivos que me invento para este artículo, son móviles reales detrás de muchos casos.
Y en cuanto a la ESI, el cambio por una educación con base científica, biológica y ética carece del componente social que acá también es necesario. El uso de métodos anticonceptivos, por ejemplo, obedece más al empoderamiento de la mujer (aspecto social) que a un aspecto biológico. Por eso es que la ESI es tan importante.
Eliminar el enfoque de género y la ESI además contraviene instrumentos internacionales de los que el Perú es parte, va en contracorriente con las prácticas implementadas por los países que han logrado reducir brechas de género y el embarazo adolescente. Va además contra los requisitos para entrar a la OCDE ya que forma parte de los estándares de gobernanza y desarrollo sostenible que la organización evalúa.
Esta es una nueva estocada para el desarrollo social y económico del país que evidentemente impacta de forma negativa el PBI. Ya este año el Instituto Peruano de Economía puso en evidencia la correlación existente entre brechas de género y la competitividad de las regiones. Y es que esto es obvio. ¿Cómo va a crecer una región si una de cada cinco niñas o adolescentes en la Selva es madre antes de los 17 años de edad y en el 80% de esos casos no se trató de su primer embarazo?
Pareciera que queremos cerrar el año dándole un broche de oro al retroceso. El Ejecutivo tiene hasta el 22 de diciembre para observar la norma. Si lo hace, el Congreso debe decidir si la promulga por insistencia o si la reformula. Una aproximación técnica, con foco en políticas públicas y progreso social y económico debería llevar a esto último.

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