“Milei ha sufrido una transformación casi milagrosa y busca incluso seducir a la izquierda”.
El candidato ultraliberal Javier Milei parecía tener la vía bastante despejada para llegar a la Casa Rosada, tras su victoria en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) de agosto pasado. Se especulaba incluso, a partir de las encuestas que se hicieron en las semanas siguientes, sobre la posibilidad de que pudiera ser elegido para la máxima magistratura en la primera vuelta de la elección presidencial. El otro escenario era que, en todo caso, ganara en la segunda vuelta, más aún teniendo en cuenta que lo más probable era que su contendor para esa instancia electoral fuera Sergio Massa, el responsable actual, en tanto ministro de Economía, del desastre económico argentino.
Sin duda, ese segundo escenario es el que resulta de la primera vuelta celebrada el domingo pasado. El detalle, como se sabe, es que Milei no quedó primero, sino segundo; y, en cambio, Massa dio la sorpresa y quedó en primer lugar, con alrededor del 36% de los votos contra el 30% de su rival.
Ahora, las probabilidades del triunfo parecen estar a favor del peronista. Hay varias razones para los nuevos pronósticos que son las mismas que han sido planteadas como causas de la “volteada de tortilla” en la primera vuelta. Entre ellas, los arrebatos y excesos verbales de Milei que no dan de él la imagen de ser una persona totalmente en sus cabales.
Se ha subrayado, en particular, como parte de sus dichos sorprendentes, los dirigidos contra el papa Francisco, que habrían chocado incluso a muchos de los que pensaban inicialmente votar por él. Para varios católicos, no habría vuelta atrás en su decisión de no votar por Milei. Otros tienen que ver con varias propuestas consideradas estrambóticas. También se ha apuntado a una notoria intolerancia a la crítica que, en otros aspectos, hace dudar a no pocos de las convicciones democráticas del candidato de La Libertad Avanza.
También se ha dicho que, desde el punto de vista estadístico e histórico, son muy pocas las posibilidades de que quien quedó a la cabeza en la primera vuelta con más de cinco puntos de diferencia pierda en la segunda.
Finalmente, si, para ganar, Milei necesita captar prácticamente todos los votos de la candidata que quedó tercera, Patricia Bullrich, esa perspectiva aparece prácticamente como una imposibilidad, tras los pronunciamientos de varios aliados de la abanderada de Juntos por el Cambio. Figuras como el todavía alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, y responsables de la Unión Cívica Radical han señalado que no apoyarán a Milei, entre otros motivos, precisamente, porque lo consideran un peligro para la democracia.
Ahora, Milei ha sufrido una transformación casi milagrosa y busca incluso seducir a la izquierda a la que tanto denostó. Como se dice, París bien vale una misa.
“El ‘León’ ya no ruge, sino le maúlla incluso a la izquierda, ofreciendo un ministerio a cambio de su apoyo”.
Es el 10 de diciembre. En Buenos Aires, el Congreso está reunido en Asamblea. El ganador de la segunda vuelta entra sonriente y con paso firme. Como un ‘rockstar’ sube al escenario. Javier Milei jura, en manos del presidente del Senado, “observar y hacer observar fielmente la Constitución de la Nación Argentina”.
La banda presidencial combina con sus ojos. El terno, no tanto con su peinado. Pero no hay dudas de que el momento solemne ya ha quedado atrás. En el hemiciclo retumba un grito: “¡Viva la libertad, carajo!”.
Conan tenía razón: es Argentina y todo puede pasar. Incluso que el perro muerto de Milei –el querido Conan– vaticine vía ouija la llegada de su amo libertario a la Casa Rosada, y que una motosierra pase por el ascensor presidencial, obsequio de la infanta Isabel de Borbón y Borbón, para cortar el gasto público argentino, que en el 2021 se situó en casi el 38% del PBI.
Lo que no sabemos es si la amada mascota se pronunció también sobre la suerte de esa misma herramienta: ¿se usará más allá de las obras en el número 50 de la calle Balcarce? ¿O quedará como un ornamento más en el Palacio, tan eclecticista como trágicamente romántico, que es la sede del gobierno del “mejor país del mundo”?
Milei tiene menos de cuatro semanas para convencer a un poco más del 20% de los electores que no votaron por él, de que no le deben tener miedo, de que la motosierra se va a usar, pero... ¡para su bien! Como prueba de buena voluntad, hizo la paz con el macrismo. Pidió y logró el respaldo de la excandidata presidencial, Patricia Bullrich.
Pero, justamente, los argentinos dudan: ¿se habrán realmente perdonado en nombre de una causa común, acabar con la mafia kirchnerista; o más bien están “Juntos por el cargo”? Y de la duda a la certeza, o tal vez al paroxismo, puesto que el “León” ya no ruge, sino le maúlla incluso a la izquierda tradicional, ofreciendo un ministerio a cambio de su apoyo en la segunda vuelta.
Pasos tardíos, torpes e imprudentes, pero inevitables. Para ganar la contienda, Milei necesita de los votos de “zurdos” y “escorias”, de “ladrones” y sobre todo los 6,2 millones de la “montonera asesina”, como solía llamar a Patricia Bullrich. Pero no puede sumarlos sin decepcionar y perder a los que piden que la libertad avance.
¿Cómo va a “dinamitar al Banco Central”, acabar con la subvención estatal del 85% de los servicios públicos sin que estalle la Plaza de Mayo? Y todo a cambio de la esperanza –para muchos, amenaza– de que si le dan 35 años en el poder, Argentina podría ser como Estados Unidos.
Entonces, ¿Conan tendrá razón?
La lógica dicta un no rotundo. Pero es Argentina, la tierra del ultraísmo de Borges, y los electores han puesto en la recta final de las presidenciales a un economista libertario, que a menudo luce descabellado, y que solo puede llegar a la Casa Rosada si compromete su discurso político, y de paso su “archivo”; y al super ministro de Economía, Sergio Massa, político astuto que hoy promete un Gobierno de Unidad Nacional, pero que busca ser presidente a pesar de dejar una inflación que bordearía el 150% este mes. Pero es Argentina, y ahí incluso las profecías de Conan desde el más allá pueden hacerse realidad.