Una minúscula agenda que guarda en alguno de sus bolsillos solía maravillarnos cuando, más jóvenes, veíamos que el padre Armando Nieto la abría para anotar o precisar algún dato. Allí estaba todo. Allí también, en ese gesto, el historiador y el sacerdote armonizaban a la perfección.
El primero, cuidadoso al tomar nota de los detalles que a otros podrían parecer insignificantes pero que van haciendo la historia; el segundo, atento a los detalles de cada persona concreta, fechas de cumpleaños, de aniversarios, algún artículo que había visto, recortado y guardado entre sus páginas para entregar después a quien sabía que podría interesarle. Es decir, una vida desplegada hacia el otro, no solo en los grandes trabajos de su profesión de historiador, sino también, todo el tiempo, en el trabajo incansable de su profesión sacerdotal.
El padre Armando acaba de cumplir 50 años de sacerdote jesuita. Su vida, que sigue siendo tan fecunda como el 28 de agosto de 1964, cuando profesó su plena disponibilidad a Dios, nos mueve a mirar a estos hombres cautivados por Dios que cometen la locura de dejarlo todo por Él, aunque tal vez sería más certero decir que cometen la sensatez de ganarlo todo por Él. Como Nieto, hay muchos más; no tantos como quisiéramos, pero sí los hay. Estos últimos días hemos sido testigos de la coherencia de sus vidas.
El padre Miguel Pajares trabajó durante 54 años en África. Murió a mediados de agosto en su país, España. De urgencia fue trasladado desde Liberia, donde se había contagiado de ébola, la terrible enfermedad que arrasa la vida de miles de africanos. Pajares atendía a estos enfermos aun sabiendo el grave peligro que corría.
Rafael Latorre, subdirector de Zoom News de España, dedicó su último post a Pajares. Escribió: “Yo soy ateo. No agnóstico. Ateo. O sea, que estoy convencido de que los curas se pasan la vida creyendo en una mentira... Y de sobremesa en sobremesa exhibo con arrogancia mi materialismo. Pero la coquetería me dura hasta el preciso instante en que me entero de que un misionero se ha dejado la vida en Liberia por limpiarle las pústulas a unos negros moribundos. Entonces me faltan huevos para seguir impartiendo lecciones morales. Principalmente por lo aplastante del argumento geográfico. Él estaba allí con su mentira y yo aquí con mi racionalismo”.
El Comercio publicó el sábado una entrevista a otro cura, un argentino que vive en Iraq, esa parte del mundo de donde muchos quieren salir. El padre Luis Montes decidió quedarse. Llegó hace cuatro años y ha sido testigo de la persecución que sufren las minorías, especialmente las cristianas, obligadas a dejar su fe y abrazar el islam para conservar la vida. El padre Montes nos contó que “mucha gente ha preferido morir antes que cambiar de religión”. Evidentemente, de darse el caso, él también estará entre esa gente.
Dicen que no es natural ser sacerdote (por lo que implica), y eso es verdad. Serlo es sobrenatural. Algunos creen que es tarea de superhéroes. Así pintaron al papa Francisco en una calle romana no hace mucho. Y a él no le gustó. Debe ser porque en vez de curas superhéroes lo que en realidad se necesitan son sacerdotes santos.
Estamos acostumbrados a resaltar las malas noticias de los curas que denigran su profesión con delitos de abuso sexual o corrupción, pero vale la pena recordar que la mayoría de sacerdotes no son como esos; son, más bien, como Armando, Miguel y Luis.