
Tengo enorme respeto por el Banco Central de Reserva (BCR), no solo porque encarna el tipo de meritocracia en la función pública que yo quisiera ver transversalizado en el Estado, sino porque estoy convencido de que, aunque el ciudadano promedio no comprenda bien la complejidad de su rol, probablemente sea la institución que más ha incidido positivamente en el bienestar individual de los peruanos en este último tiempo, garantizando estabilidad monetaria y baja inflación.
Dicho eso, voy a aprovechar esta columna para argumentar, respetuosamente, en contra de la posición que ha asumido el BCR en un tema que claramente ha causado incomodidad al ente emisor, pero en el que pienso que está equivocado. Discreparé, también, con dilectos colegas que han respaldado su posición.
El BCR no cree que deba colocar en las monedas el símbolo patrio que corresponde. Ha estado muy cómodo consignando, desde siempre, el escudo de armas en lugar del escudo nacional, pese a que la legislación ordena lo contrario desde hace mucho, pero con mayor claridad desde el año pasado tras la aprobación por el Congreso de una ley que ordena los símbolos patrios. Es en base a esta ley que el Tribunal Constitucional ha emitido un fallo obligando al BCR a proceder con el cambio.
Quizá son mayoría los peruanos que no podrían indicar con convicción las diferencias entre uno y otro escudo. Hasta cierto punto, el error primigenio del BCR es comprensible. Lo que es más difícil entender son los argumentos que ha dado para persistir en el error, luego de que se lo hicieran notar.
Ha dicho el ente emisor que cambiar el escudo en las monedas va a tener costos asociados, lo cual es obvio. Que eso podría llevar a que se tenga que modificar el tamaño de las monedas, porque el escudo nacional –según alega– no entraría en las más pequeñas, y eso podría generar problemas con las máquinas que identifican el valor de estas según su peso. De hecho, tiene razón el BCR cuando afirma que debió ser consultado en la discusión de la citada ley, porque su opinión era relevante para el análisis costo-beneficio de dicha iniciativa. Pero los errores suelen tener costos. La pregunta es si esos costos justifican persistir en ellos.
Salvo que el BCR piense que el marco de su autonomía institucional incluye decidir qué constituye un símbolo patrio y qué no, debería cumplir voluntariamente lo que dice la normativa aplicable. No es válido en este caso invocar una costumbre para desconocer una norma expresa.
El argumento del costo, aun cuando no sustenta el incumplimiento, sí justifica que el BCR pida gradualidad para adaptarse, que es lo que ahora está requiriendo dado el fallo del TC. Pero resulta llamativo que esta misma discusión sobre el costo de rediseñar monedas no haya aparecido, por ejemplo, cuando el ente emisor hizo eso mismo para sacar ediciones conmemorativas.
Posiblemente, esta discusión resulte intrascendente para mucha gente, a la que le da igual que salga el escudo nacional o el de armas en las monedas. Pero no debería serlo. Los símbolos patrios ayudan a construir sentido de pertenencia e identidad compartida entre los ciudadanos de un país. Yo no estoy entre los que abogan por un patriotismo chovinista, pero sí creo que un país al que precede su grandeza, como el Perú, debe preocuparse por valorar y hacer respetar sus símbolos patrios. El BCR, pienso yo, debió haber asumido desde el inicio una posición constructiva sobre este asunto, en lugar de abrirse a un pleito legal que terminó perdiendo. Aguardo con ilusión ver el escudo correcto en las monedas.

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