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Cómo se siente la libertad
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Cómo se siente la libertad

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En Oslo, el sol se oculta a las tres de la tarde durante diciembre y recién amanece a las nueve. Es decir, el sol aparece apenas por seis horas al día. Aun así, estos días en Oslo son más cálidos que cualquier jornada vivida en la caribeña Venezuela durante los últimos 25 años. Es una calidez distinta, generada por la esperanza; por un grupo de personas reunidas para izar una bandera sobre una causa común: la causa de la paz y la libertad en Venezuela. Es una calidez generada también por la persona que hace posible este evento, quizá una de las pocas figuras políticas que merecen verdadera admiración y respeto, alguien que ha sacrificado su propia paz y tranquilidad para intentar devolvérselas a millones.

Este reconocimiento a María Corina Machado es también un reconocimiento a cientos, si no miles, de personas: dirigentes que arriesgaron su vida –o la perdieron–, que fueron apresados y torturados por el régimen, o simplemente ejecutados a quemarropa. Cada vez que veamos a un venezolano, pensemos que ese pudo haber sido su destino. El caso de Venezuela, y de tantos otros países que han caído o están en riesgo de caer en el autoritarismo, nos recuerda que el precio de la libertad se negocia todos los días.

Vivir en libertad va más allá de tener derechos constitucionales para participar en democracia. No se trata solo de contar con instituciones que la garanticen, sino, sobre todo, de cultivar una actitud y un sentimiento. El sentimiento de vivir en libertad se extiende tanto al ámbito público como al privado.

Para vivir en libertad, ¿es suficiente poder elegir a nuestras autoridades, o es realmente sentir que nos representan? ¿Que honrarán sus promesas? ¿Que hablarán en nuestro nombre sin que sintamos que tergiversan lo que somos?

Para vivir en libertad, ¿basta con tener un asiento en la mesa, o es realmente no temer a la censura de quienes no comparten nuestras opiniones? ¿Es suficiente tener la capacidad y los medios para disentir, o es necesario que nuestras voces sean capaces de disuadir a una autoridad corrompida o abusiva? ¿O será que la mayoría ya está tan contaminada por la lógica de discursos colectivistas que alzar nuestra voz no cambia demasiado?

Para vivir en libertad, ¿basta con saber que algo nos pertenece, o es realmente tener la agencia para defenderlo cuando está en riesgo? Es decir, ¿es suficiente contar con un sistema de justicia, o necesitamos que funcione no solo para algunos, sino para todos?

El Nobel otorgado a María Corina Machado alerta no solo sobre la situación en Venezuela, sino también sobre una tendencia global: la democracia está en retroceso. Según el índice V-Dem del 2025, apenas el 28% de la población mundial vive hoy bajo alguna forma de democracia. Para ponerlo en perspectiva, en los últimos 30 años, el 30% de la población mundial ha dejado de vivir en democracia. Según Freedom House, entre el 2024 y el 2025, 60 países experimentaron un declive en libertades políticas y civiles. Estamos advertidos.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Daniela Ibáñez de la Puente es Analista politico en Centro Wiñaq

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