Jaime de Althaus

La alarmante volatilidad ideológica del Gobierno revelada en los temas de y podría gatillar un punto de inflexión en su relación con el . Ya emitió un comunicado cuestionando el abandono de la posición firme frente a las elecciones venezolanas y lo propio han hecho congresistas de otras bancadas de centroderecha. Acaso era la oportunidad que estaban buscando para tomar distancia de una cuyo abrazo puede ser abrasador. El pacto tácito de gobernabilidad podría romperse.

Pero hay razones de fondo para estar preocupados. no solo lideró en la región una posición clara y contundente contra el descarado fraude de , sino que, al mismo tiempo que organizó un muy exitoso viaje presidencial a –que traerá beneficios a nuestro país–, gestionó la integración del a la Asociación para los Minerales Críticos impulsada por y a otros dos acuerdos con ese país, a fin de equilibrar la influencia China en el Perú. Y aprovechar más bien la lucha geopolítica en provecho nacional.

Iván Arenas sugiere en “Perú 21″ que ese hecho y la conversación de la presidenta con pudieron estar detrás de la salida del excanciller. Sería preocupante, porque lo cierto es que el Perú, dada su posición estratégica en el Pacífico sur, tiene que aprender a jugar en el tablero de la geopolítica global (de la geoeconomía, en este caso) sin entregarse a ninguna de las partes. González-Olaechea estaba delineando una estrategia inteligente para eso.

El asunto, sin embargo, se complica porque, si en el plano económico tenemos que sacar ventajas de los polos, en el plano político, de la , no caben posiciones intermedias ni vergonzosos retrocesos como el que ha ocurrido. Es un asunto de principios y de sobrevivencia de nuestra propia democracia.

Pero resulta que la lucha geopolítica es también la que se da entre autocracias y democracias. De hecho, Maduro tiene el apoyo de una red de autocracias que incluye a , China, , , Bielorrusia y . El Perú, en lugar de ceder a ese eje, debería aprovechar su relación con China para persuadirla –soñar no cuesta nada– de que juegue un papel facilitador para la transición democrática en Venezuela, algo que le convendría para recuperar los US$65.000 millones que ese país le debe, asegurándole un porcentaje de la producción de una recuperada. Para eso sí serviría la diplomacia.

La tara ideológica también influye en el tema de Petro-Perú, dejando abierta la sangría. El triunfo de la sensatez que significó mantener al directorio ha sido pírrico, y quizás no dure mucho. La presidenta tiene aversión ideológica a privatizar. Pero aquí estamos hablando de incorporar capital privado para revitalizar, tecnificar, fortalecer y darle gestión a la empresa estatal, paradójicamente, la mejor manera de realizar el sueño estatista de una empresa petrolera nacional fuerte. Es lo que hicieron con Ecopetrol, Brasil con Petrobras, China con PetroChina y Sinopec, con Indian Oil Corporation, Tailanda con PTT Public Company Limited e Indonesia con Pertamina. De lo contrario, mejor liquidarla.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Jaime de Althaus es Analista político