Alejandra Costa

Como cualquier analista debe saber, para predecir el futuro es necesario tener los pies bien puestos en la realidad. Lograr un delicado balance entre el conocimiento de lo que está sucediendo hoy, la familiaridad con los patrones del pasado y los riesgos en el horizonte, así como imaginación suficiente para describir el futuro.

Esas estimaciones serán verosímiles y útiles para otros siempre y cuando busquen acercarse lo más posible a la realidad, evitando contaminarse por un desmesurado optimismo o un excesivo pesimismo.

Esto es lo que debería tener en cuenta el Ministerio de Economía y Finanzas () cuando presenta cada agosto su Marco Macroeconómico Multianual (MMM), el documento que reúne todas sus proyecciones para los próximos cuatro años.

La relevancia del MMM es que el MEF está usando esos supuestos para decidir cuánto se puede incrementar el gasto el próximo año en el proyecto de ley de presupuesto del sector público del 2025, que se aprobaría el lunes.

Por eso, es alarmante ver que el ministro de Economía, José Arista, pueda divorciarse tan alegremente de la realidad y permitir no solo que el MMM 2025-2028 mejore injustificadamente la proyección de crecimiento para este año, de 3,1% a 3,2%, sino que él mismo declare que “con una dosis de optimismo” podríamos crecer este año entre 3,7% y 4%.

Este no ha sido un ‘blooper’, pues ha repetido el improbable pronóstico dos veces esta semana. Por el contrario, el exceso de optimismo del MEF no nos debería sorprender si recordamos que en agosto del año pasado insistía en el MMM anterior que la economía avanzaría 1,1% en el 2023, cuando ya todo apuntaba a que solo un milagro permitiría evitar que cierre el año en terreno negativo, como finalmente sucedió.

Y si esperar ese avance de la economía suena fantasioso, solo puede catalogarse como ciencia ficción el insistir en que este año el déficit fiscal cerrará en 2,7% o 2,8%, cuando ha cumplido en julio tres meses estacionado en 4%, debido a que los gastos del sector público siguen superando ampliamente sus ingresos.

Es más, Moody’s acaba de proyectar que el Perú volverá a superar el tope del déficit fiscal de 2,8% y que este indicador de la salud de las finanzas públicas cerrará el año en 3,2%.

De los errores de su antecesor, Alex Contreras, Arista ya debería haber aprendido que no importa cuánto se abrace una quimera, la realidad siempre te termina pasando factura. El problema es que el precio de la pérdida de confianza en el buen manejo macroeconómico del Perú, que ha sido una de nuestras pocas fortalezas, lo vamos a pagar todos.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Alejandra Costa es Curadora de Economía de Comité