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Herederos de la tierra
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De acuerdo con analistas sociales, la desigualdad social es el problema más apremiante de la actualidad. Nunca antes hemos vivido en sociedades tan desiguales, con el 10% más rico controlando el 60% de la riqueza (World Inequality Database, 2025), pese a que hay estudios que relacionan los niveles de desigualdad con el incremento de la violencia y mayor inseguridad, mortalidad y morbilidad.

Es un proceso que no retrocede. Por el contrario, es alabado por políticos de derecha y celebrado por líderes que se asocian con las familias más ricas de sus respectivos países. Están fallando o se encuentran inoperativos los mecanismos para disminuir o aliviar las brechas existentes (World Inequality Database, 2025). De esto he escrito múltiples artículos: el debilitamiento de la meritocracia, la elitización de la educación superior, la concentración del capital social, las crisis en la seguridad social, la poca capacidad de redistribución en las democracias actuales.

Y todo se pondrá peor por el fenómeno llamado “la gran transferencia de activos”. Se calcula que en los próximos 30 años cerca de US$14 trillones serán parte de un fenómeno intergeneracional masivo donde los ‘baby boomers’ y la generación silenciosa legarán billones de dólares en activos a las generaciones más jóvenes (‘millennials’, gen Z), marcando el mayor cambio de riqueza en la historia, con profundas implicaciones económicas y financieras que crean oportunidades para nuevos inversores y empresarios, pero también desafíos en la gestión de estos activos, según reportan el Foro Económico Mundial, Entrepreneur e Investopedia.

Ya es notorio en el último informe del banco de inversión UBS, que destacó el hito alcanzado en el 2023: por primera vez, los multimillonarios del mundo acumularon más riqueza por herencia que por iniciativa empresarial. Esto significa que la desigualdad será muy difícil de combatir en los próximos años porque tiene una base hereditaria muy poderosa. Como he señalado antes, la institución familiar es una de las principales causantes e impulsadoras de la desigualdad, sea por herencia, matrimonio o el capital social y cultural que ostentan, recibido de los padres y de instituciones acreditadoras de calidad y exclusividad educativa.

Una tarea y obligación ciudadana es recuperar y fortalecer los mecanismos de redistribución y no permanecer inmóvil ante la apatía que acepta y ¡celebra! la desigualdad como consecuencia normal de toda sociedad. En este juego, la recuperación de la educación tiene un papel central como mecanismo de reconocimiento al mérito y fuerza que iguala en el mundo económico, político y social.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Javier Díaz-Albertini es Ph. D. en Sociología

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