La presidencia de Dina Boluarte enfrenta su momento más sensible. Quizás es un exceso hablar de momento terminal, pero el largo camino del adiós bien podría haber empezado.
En términos formales, es muy poco probable que las mociones de vacancia que se han presentado logren acumular la votación calificada que se requiere (87), aunque no debe descartarse que al menos se alcance el segundo eslabón, la admisión (52), lo que pondría a la jefa del Estado en el incómodo trance de tener que defenderse, por sí misma o a través de su abogado.
En lo concreto, sin embargo, su situación es particularmente complicada. Hay opiniones en ese sentido desde variados frentes. Augusto Álvarez Rodrich, por ejemplo, cree que el de Boluarte es un gobierno “cada vez más débil” (“La República”, 31/3/2024), mientras, con mayor severidad, Juan de la Puente opina que el gobierno de Boluarte “ha terminado” (X, 30/3/2024).
Ya en noviembre del 2023, Fernando Rospigliosi, analista devenido actor político –integrante de una de las bancadas sobre las que el gobierno de Boluarte se apoya–, decía que el Ejecutivo venía “gobernando con indolencia, beneficiando a los amigos y allegados, tolerando la corrupción y desoyendo las alarmas que suenan atronadoras. No es imposible que sobrevivan, pero sus perspectivas se van reduciendo” (“Expreso”, 27/11/2023, vuelto a publicar en X, 2/4/2024).
Al margen de su fecha de expiración, el gobierno de Boluarte se apresta a implementar una gestión muy acotada, lo que le resta margen de acción y lo hace crecientemente irrelevante.
Al menos tres factores hacen de esta una gestión bastante restringida. En primer término, todos los voceros gubernamentales, incluyendo a la propia Boluarte, parecen forzados a tener que defender la posición de la presidenta, llena de espacios grises y carente, hasta ahora, de explicaciones valederas.
Relacionado a ello viene el segundo factor: la inevitable distracción que genera el hecho de dedicar esfuerzos a esta dudosa causa. Algo de ello se filtraba en la observación de Mónica Delta al primer ministro Gustavo Adrianzén, cuando le hacía notar que había dedicado parte importante de sus primeros días de gestión a este esfuerzo (“Punto final”, 31/3/2024). Recién ayer, en el debate en torno del voto de confianza, Adrianzén pudo trazar algunas líneas de su plan de acción, aunque las intervenciones de muchos parlamentarios se refirieron a los ostentosos relojes.
Finalmente, la dependencia del Parlamento será mayor, porque tendrá que evitar la vacancia a toda costa. Algunas concesiones ya se vieron en días recientes, pero habrá que estar atentos a las que vengan.
Con tal panorama, y en consonancia con la que quizá sea la peor Semana Santa que ha pasado Boluarte en su vida, no está de más preguntarse: ¿Todo está consumado?