Sin esfuerzo y con eficiencia, este y les regalan, semana a semana, narrativas a quienes buscarán hacerse del poder en el 2026. Esto incluye tanto a radicales como ‘outsiders’, o a cualquiera que pueda desmarcarse del actual elenco político.

Los acuerdos antiinstitucionalidad, pro ilegalidad y pro impunidad se ven reflejados en leyes y declaraciones. Para potenciar cualquier narrativa sirve mucho identificar al ‘malo’ o al ‘enemigo’ a vencer.

Considerando que , no hay que ser una lumbrera para darse cuenta de que los principales ‘enemigos’ en la próxima campaña serán quienes hoy ocupan el poder.

Ni la presidenta ni el Congreso parecen darse cuenta de que su mandato tiene un plazo y que las cartas serán repartidas nuevamente por la ciudadanía en las elecciones.

En el caso de la mandataria, no sorprende la visión cortoplacista. Su futuro político es complejo, pues no dejará legado positivo alguno y probablemente dedique la mayoría de su tiempo a lidiar con la justicia. Lo suyo es llegar al 2026 y punto. Por ahora, sigue viviendo en una realidad paralela, francamente alucinante.

En el caso de los congresistas, pero, sobre todo, en el de los que los albergan y que pretenden volver a tener representación en el 2026, la cosa es más llamativa. Están tan ensimismados y acostumbrados a no rendirle cuentas a nadie que no ven el riesgo que esa situación genera para su futuro.

Saben que el cálculo de sus decisiones tiene cada vez un mayor componente electoral. No obstante, parecen pensar que la baraja les volverá a ser propicia y que la ciudadanía no considerará lo que han hecho hasta hoy. Potencialmente, eso puede pasar, pero habrá un grupo importante de políticos que buscará que el presente no pase inadvertido.

Podríamos llegar a tener más de 60 candidaturas en las próximas . Fuera de la propuesta que cada uno tenga para el país, es claro que un elemento diferenciador en la competencia será el haber sido o no parte de la actual y desastrosa gestión. ¿Estuviste cerca o no de Dina Boluarte?

Siendo el Congreso el principal sostén del Gobierno, el mensaje contra los partidos que hoy lo integran es simple de construir. Desde el típico voto por el “cambio” hasta el “destruyamos todo lo que estos señores han aprobado y hecho”, algo así como “deroguemos las contrarreformas y normas pro impunidad y recuperemos algo de institucionalidad”. Si en algo pueden trabajar las futuras campañas es en enrostrar, uno a uno, los gestos y acuerdos de quienes no están legislando en favor del país. No estar ligado a esta gestión (y en particular a la presidenta) puede ser un activo político cada vez más importante.

Este discurso se presta para posiciones intermedias, pero también para radicales que con esa narrativa busquen no solo derogar algunas normas, sino cambiarlo todo, incluso lo que funciona, como los principios de la

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Giulio Valz-Gen Es socio de la consultora 50 + Uno

Contenido Sugerido

Contenido GEC