La es uno de los pilares para el desarrollo de un país, pero en el sigue enfrentando serios desafíos. Mientras que la inseguridad ciudadana y la economía son considerados los dos principales problemas del país y dominan la agenda pública, la educación ocupa también un lugar central en las preocupaciones de las familias peruanas, especialmente en vísperas del inicio del año escolar. La fecha exacta del retorno a clases (en marzo) varía según el tipo de colegio (público o privado) e incluso entre regiones, debido a factores climáticos o logísticos, pero la inquietud es la misma: ¿están las escuelas peruanas preparadas para ofrecer una educación de calidad?

Uno de los problemas más persistentes es el analfabetismo, que aunque ha disminuido en términos generales, sigue siendo un desafío en algunas regiones del país. Según el INEI, el 4,8% de la población de 15 años a más es analfabeta, pero la realidad varía según el departamento. Apurímac (11,2%) y Huánuco (12,5%) casi triplican el promedio nacional, evidenciando la desigualdad en el acceso a la educación. En contraste, el Callao presenta la tasa más baja con solo un 1,9%. Estas diferencias requieren un análisis más profundo que permita una planificación estratégica, tanto en infraestructura educativa como en campañas de alfabetización e incentivos para la matrícula escolar.

Sin embargo, el problema no se reduce solo a la alfabetización, sino que la formación educativa en sí misma es una preocupación mayor. La inversión en educación sigue siendo insuficiente y desigual. Aunque el 40% del gasto en educación proviene del sector público, la mayor parte de la inversión en este campo es asumida por el sector privado. A pesar de ello, el 73% de los nueve millones de estudiantes matriculados en el país asiste a colegios públicos, lo que evidencia una brecha entre la demanda y los recursos disponibles.

El impacto de la incapacidad del Estado en abordar la problemática de este sector se refleja en los bajos niveles de aprendizaje. De acuerdo con el INEI, en el 2023 solo el 33% de los niños de cuarto grado alcanzó un nivel satisfactorio en lectura, y apenas el 23% logró el mismo resultado en matemáticas. Peor aún, hay regiones donde estas cifras son considerablemente más bajas que el promedio nacional, lo que demuestra que la crisis educativa no es uniforme, sino que golpea con mayor fuerza a ciertos sectores del país.

Frente a esta realidad, es evidente que el reto no es solo construir más colegios, sino garantizar la formación efectiva dentro de las aulas. Además de mejorar la infraestructura y expandir el acceso a Internet y herramientas tecnológicas, es necesario fortalecer la capacitación docente y la adaptación de los contenidos curriculares. Actualmente, los profesores reciben kits educativos y cuadernos de trabajo para desarrollar sus clases, pero esto no es suficiente. Se necesitan herramientas más dinámicas y adaptables a los distintos niveles de progreso de los estudiantes.

En una columna pasada, compartí la experiencia de Indonesia con el uso de inteligencia artificial en la educación. Este tipo de innovaciones permiten personalizar el aprendizaje, asegurando que cada estudiante avance a su propio ritmo y reciba el apoyo que necesita, pero al mismo tiempo garantizando el cumplimiento del programa curricular. El Perú debe apostar por modelos más flexibles y eficaces, aprovechando la tecnología para reducir las brechas educativas y mejorar la calidad de enseñanza.

El inicio del año escolar no solo es un momento de preparación para estudiantes y docentes, sino también una oportunidad para impulsar cambios estructurales que eleven el nivel educativo en el país. La falta de una educación de calidad no solo impacta el aprendizaje, sino que también repercute en problemas más amplios como la baja competitividad y la persistencia de la informalidad. Si el Perú quiere cerrar brechas y avanzar hacia un desarrollo sostenible, tendría que priorizar la educación como un pilar estratégico.


*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Urpi Torrado es CEO de Datum Internacional

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