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El adiós del MAS en Bolivia
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El adiós del MAS en Bolivia

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¿Cómo un partido casi hegemónico, que prácticamente controló la vida política y económica de Bolivia en las últimas dos décadas, está cerca de diluirse? ¿Cómo pasó de ser la gran fuerza electoral, a estar a punto de perder su personería jurídica? Mañana los bolivianos van a unas elecciones presidenciales en las que, después de 20 años, el aún oficialista Movimiento al Socialismo (MAS) no tiene opción, siquiera, de estar entre los cinco primeros lugares.

Por lo menos eso dicen las encuestas que han mostrado consistentemente que el candidato presidencial del MAS, el exministro Eduardo del Castillo, araña el 2% de las preferencias. Una diferencia abismal si recordamos que en las elecciones del 2020 Luis Arce ganó en primera vuelta con el 55% de los votos.

Este desplome no solo se debe a la pésima gestión de Arce, que ha llevado al abismo a la economía boliviana, sino a la guerra civil que sostuvo con su antiguo jefe, el expresidente Evo Morales, con quien se peleó de forma intestina por el control del partido. Morales pensó que Arce, que fue su ministro de Economía, sería fácilmente manejado por él, pero cuando se dio cuenta de que no pensaba gobernar bajo su sombra, empezó a cuestionarlo. La guerra terminó con Arce quedándose con el liderazgo del MAS, con Morales recluido en el Chapare y con una orden de arresto.

Esto dejó a los sindicatos y organizaciones sociales e indígenas que operaban bajo el control del MAS completamente desorientados y divididos. ¿A quién había que hacerle caso? ¿Al jefe de siempre o al actual presidente? La pelea desgastó más a un partido acusado de corrupto y autoritario, y que terminó desencantando a aquellos que alguna vez votaron por él al considerarlo un movimiento reivindicativo y popular.

Sin embargo, es difícil pensar que en apenas cinco años el apoyo al MAS haya decrecido en 50%, pese al muy mal manejo que hicieron de los recursos, incluso en épocas de bonanza. Muchos politólogos bolivianos consideran que un porcentaje importante de esos electores están entre los votos blancos, nulos e indecisos, que entre los tres superan el 30% según los sondeos. De hecho, Morales está apelando al voto nulo con el fin de desacreditar el proceso, y su base electoral más fiel –asentada sobre todo en la zona cocalera de Cochabamba– está haciendo campaña para ello.

Pero, aunque el MAS esté cerca de firmar su partida de defunción, es probable que regrese bajo otro nombre y quizá bajo otro liderazgo que sepa restaurar los pedazos de un movimiento que en su momento dio esperanza a sectores olvidados, pero que luego se dejó llevar por el poder y el dinero.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Gisella López Lenci es periodista

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