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El ocaso de Susana Villarán
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“Se me está juzgando por no haber hecho un gobierno a favor de los poderosos”, declaró esta semana la exalcaldesa de Lima Susana Villarán. A lo largo de su carrera política, la exlideresa de Fuerza Social siempre ha exhibido un variado repertorio de frases cínicas. “Palabra de mujer”, “Tengo las manos limpias”, “Lima no puede parar” y otros clichés eran repetidos incansablemente en presentaciones públicas o entrevistas. Hubo un tiempo que mucha gente se las creyó.
Afirmar que no gobernó para los poderosos es otra tomadura de pelo. ¿Qué eran sino Odebrecht y OAS, las principales aportantes a sus campañas electorales? No eran precisamente un grupo de modestos albañiles. Eran gigantes corporativos que corrompieron gobiernos de diversos países. La desesperación por evitar su revocatoria, que se tradujo en invadir toda la ciudad con millonarios paneles publicitarios, no era mera filantropía corporativa.
La autoproclamada mártir de los desposeídos enfrenta un juicio oral que puede llevarla a prisión hasta por 29 años. La exfuncionaria que lavaba banderas como símbolo de honestidad es acusada por la fiscalía de lavar activos y otros cuatro graves delitos.
Ahora dice que no se acuerda de la cantidad exacta de dinero que recibió pero que fue “una suma importante”. La acusación detalla más de US$11 millones. Esta amnesia selectiva puede responder a que la única persona que podría contradecir su versión ya no está viva. José Miguel Castro tuvo una trágica y sospechosa muerte meses antes del inicio del juicio oral. Igual de sospechoso es el documento policial que afirma que se suicidó.
En setiembre del 2010, cuando aún era candidata a la alcaldía, Villarán declaró en El Comercio, en una entrevista de Milagros Leiva, que ella era víctima de ataques “porque no le debo nada a nadie, porque la clase política tradicional tiene demasiados compromisos. Es normal que quien te entrega recursos después te los cobre”. Palabras que en su caso resultaron ser proféticas.

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