Son ya 34 las agrupaciones políticas que figuran en el registro oficial y que, en consecuencia, están habilitadas para presentar candidaturas en las próximas elecciones generales del 2026. Así, pareciera quedar descartada la apatía política. Por el contrario, el frenesí electoral hasta podría llevar a suponer un creciente ánimo de servicio. Sin duda, algo de ello movilizará la vocación de varios de los próximos candidatos, aunque no parece ser el ánimo mayoritario.
La cifra, en cualquier caso, contrasta con el alto rechazo que ostentan los políticos, graficado en la ínfima aprobación de las autoridades elegidas. Además, un significativo porcentaje de la población (el 38% a inicios de julio, según Ipsos) considera a los políticos una de las razones para sentir vergüenza de ser peruanos. La cifra se ubica entre las cuatro principales razones, junto a aspectos estructurales –corrupción (57%), delincuencia (52%) y falta de justicia (41%)– sobre los que los políticos debieran plantear soluciones.
Adicionalmente, otro factor relevante que muestra el rechazo a la política es la poca confianza que generan los partidos. El sondeo del IEP de julio, por ejemplo, reporta que, en conjunto, solo el 14% de la población tiene cierta confianza en las organizaciones políticas (el 2% mucho y el 12% algo), mientras seis de cada diez encuestados (62%) manifiestan que tienen nula confianza.
Ese es el telón de fondo de la repudiable agresión contra la congresista Patricia Chirinos, que irresponsablemente se justifica y celebra en algunos espacios. El rechazo bien podría manifestarse en las urnas o por medios no violentos. Pero hace mucho parece que se ha instalado, en todo el espectro político, la opción por el acoso y la agresión.
La situación es preocupante porque, en términos prácticos, los comicios del 2026 se inician en un clima en el que la irascibilidad es ubicua, así como la celebración de esta. Cada sector tiene su villano favorito.
Frente a ello, el poder luce indolente. Quien encabeza el Ejecutivo se lanza con un extenso discurso en el que la impaciencia reina frente a la preocupación por la creciente inseguridad o la golpeada economía (pese a ciertas señales de recuperación). El Parlamento, entre tanto, aprueba una pensión sobre la que se juega al gran bonetón, a pesar de los serios visos de ilegalidad que presenta.
Difícilmente cambiarán estas condiciones en el plazo que nos separa, primero, de los comicios (abril y junio del 2026) y, luego, de la toma de mando (julio del mismo año). Entonces, quizás toque recordar aquel pasaje de “Los Heraldos Negros” que dice: “Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como / cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; / vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa, en la mirada” (César Vallejo).