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En busca del mesías
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El cristianismo es la fe más importante en nuestro país. Sin embargo, esta relevancia no solo puede verse en la formación histórica, cultural, ética y educativa del Perú, sino también en su paradigma político. Me refiero aquí a la percepción mesiánica que como sociedad hemos adoptado acerca de la democracia, las elecciones presidenciales y la política.
Buscamos una sola figura que pueda solucionar los problemas del país. Por eso no debatimos sobre políticas ni ideologías; preferimos, en su lugar, defender a capa y espada al candidato de turno como una deidad. Ahora las organizaciones políticas o son sectas o alquileres de sectas. Ya no hay líderes, hay jefes, y basta con ver los logos de muchos partidos que llevan la inicial o siglas del jerarca.
Por si no fuera poco, como son las mismas sectas, si uno se atreve a ser crítico con alguno de estos caudillos modernos, la horda de seguidores hará la inquisición en tu contra. En tiempos actuales, quien dice algo diferente puede ser simultáneamente terruco, caviar, facho y fujimorista.
Todo esto era lo que Merleau-Ponty llamaba “tablas de salvación”: ideas que se presentan como alternativa única, pero que niegan la contingencia del ser humano y de sus estructuras sociales. Aunque Ponty hacía una crítica a las ideologías totalitarias, en nuestro país las “tablas de salvación” son los candidatos mesiánicos.
El resultado es que nos hemos convertido en una ciudadanía pasiva. No cuestionamos a los políticos; en cambio, les aplaudimos cada estupidez que dicen o hacen. Mientras esto siga así, el Perú seguirá buscando al mesías entre falsos profetas.

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