Esta semana, Felipe VI cumplió una década como rey de España. La ceremonia, bastante sobria y con la pompa necesaria, mostró a un monarca por el que los años, y las tensiones, no han pasado en vano. Ha sido un tiempo intenso para un hombre que tuvo que reemplazar a su padre luego de conminarlo a abdicar por los escándalos financieros que ya salían a la luz y que destaparon una olla de grillos. Era su turno de salvar la monarquía.
Diez años después, Felipe de Borbón y Grecia parecería haber pasado la prueba. Su heredera, la princesa Leonor, está siguiéndole los pasos cumpliendo con su educación militar y los roles protocolares que ya está protagonizando.
Pero eso no quiere decir que esté en la cresta de la ola. Felipe VI no es un rey que arrastre multitudes. Y la reciente aprobación de la ley de amnistía, que el monarca debió firmar, ha sido la muestra de cómo el papel de la corona sigue dividiendo a los españoles.
Monárquicos juancarlistas, para ponerles una etiqueta, lo han tildado de “traidor” por no saber imponer su autoridad como jefe de Estado; mientras que los más acérrimos republicanos han aprovechado la ocasión para cuestionar un sistema de gobierno anacrónico.
La norma en cuestión fue aprobada por el Congreso de los Diputados el pasado 30 de mayo y exime de castigo a todos los ciudadanos, incluyendo políticos y funcionarios, vinculados con el proceso independentista catalán. Esto quiere decir que los que organizaron el referéndum separatista del 2017 quedan libres de polvo y paja, y el destino judicial de unas 400 personas dependerá ahora de los tribunales que deberán analizar, durante dos meses, caso por caso.
En un discurso considerado crucial en su década de reinado, el 3 de octubre del 2017 Felipe VI condenó el referéndum independentista y acusó a las autoridades catalanas de “pretender quebrar la unidad de España y la soberanía nacional”.
Pero siete años después de exponerlos enérgicamente, ahora debió avalar el perdón. Y lo hizo simplemente porque la Constitución no le permite hacer lo contrario. Al ser una monarquía parlamentaria, Felipe VI debe firmar las leyes que aprueba, por mayoría, el Congreso, si quiere mantener su cargo. No importa si el socialista Pedro Sánchez ya había pactado la amnistía con los independentistas para poder seguir como presidente del Gobierno Español.