Gonzalo Llosa

En los últimos tres años, el Congreso ha decretado cuatro nuevos no laborables, aumentando el total de 12 a 16 días. Esto nos posiciona como uno de los países con mayor cantidad de feriados. Las críticas a estas iniciativas legislativas no han tardado en aparecer.

Entender el impacto económico de un feriado adicional es sencillo. Un día feriado reduce las horas trabajadas, lo que implica una menor producción anual. El impacto a corto plazo puede estimarse comparando la producción agregada del año en el que se decretó el nuevo feriado con la del año anterior. Este ejercicio fue realizado recientemente por el Banco Central de Reserva del , que encontró que la producción agregada sufre una contracción promedio de 0,04 puntos porcentuales. Multiplicar ese número por cuatro permite estimar la producción perdida a nivel nacional en los últimos tres años debido a los nuevos feriados decretados.

Aunque el impacto a corto plazo es el más evidente, el más perjudicial es el que se acumula y afecta la tasa de crecimiento a largo plazo. Esto se debe a que los feriados impactan negativamente en la acumulación de factores productivos que facilitan el crecimiento del ingreso per cápita. El caso más claro es la acumulación de capital humano. Introducir feriados implica reducir el número de horas lectivas en todas las fases educativas. Además, trabajar menos horas disminuye la velocidad de acumulación de habilidades en el trabajo. Aunque el impacto puede ser imperceptible a nivel individual, el efecto agregado sobre la población trabajadora (actual y futura) es significativo.

Es importante aclarar que tener feriados no es, en sí mismo, algo negativo. Las sociedades se benefician al tener más tiempo de ocio, ya que este se disfruta y permite la recuperación del capital humano a través del descanso. Además, algunos sectores se benefician directamente al ofrecer bienes y servicios complementarios al ocio, como en el caso del turismo y el entretenimiento. De hecho, se podría argumentar que los feriados nacionales tienen efectos redistributivos al favorecer a regiones menos desarrolladas, por ejemplo, a través del turismo interno.

Todos necesitamos un descanso y lo disfrutamos, por lo que estamos dispuestos a pagar por él, aunque algunos más que otros. La pregunta central es si estamos pagando demasiado, y de manera obligada, por los beneficios que obtenemos. El exceso de feriados en comparación con otros países, muchos de los que disfrutan de mayor bienestar o mejoran más rápidamente que nosotros, debería llevarnos a reflexionar. ¿Cómo es posible que un país que crece a tasas mediocres y presenta tantos síntomas de subdesarrollo como el Perú se permita el lujo de no trabajar cuando naciones en mejor situación no lo hacen? La respuesta es evidente. Por lo tanto, no solo es irresponsable introducir más feriados al calendario, sino también mantener algunos de los existentes.





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Gonzalo Llosa es Profesor de Economía e investigador de la Universidad del Pacífico