PPK es pues un fujidependiente y Alberto Fujimori podrá ser su salvador o su sepulturero. (Foto: Presidencia de la República)
PPK es pues un fujidependiente y Alberto Fujimori podrá ser su salvador o su sepulturero. (Foto: Presidencia de la República)
Fernando Rospigliosi

El nuevo Gabinete que debió constituirse antes de finalizar el año todavía no acaba de organizarse. Un indicio más de que la crisis no ha terminado, solo se prolonga con nuevos ingredientes. 

Las altas expectativas que despertó el presidente Pedro Pablo Kuczynski () cuando asumió el poder hace año y medio, así como los elogios que recibió el Gabinete tecnocrático empresarial que constituyó, llevaron a que se le denomine un gobierno de lujo. En diciembre los encuestados por Datum calificaban con 06 sobre 20 la gestión de ese equipo de lujo. 

Ahora le resulta muy difícil a PPK reclutar ministros y funcionarios competentes y honestos. En primer lugar, porque él y la presidenta del Consejo de Ministros carecen de credibilidad después de haber mentido toscamente respecto al indulto de Alberto Fujimori y los motivos que lo decidieron, además de las falsedades de PPK sobre su relación con Odebrecht. Cualquiera que acepte un cargo en el Gobierno sabe que tendrá que avalar activamente o con su silencio eso y mucho más. 

En segundo lugar, porque es un gobierno inestable y probablemente seguirá sin rumbo, como hasta ahora. 

En tercer lugar, porque continuará teniendo una oposición enconada en el Congreso –keikistas, izquierdistas y otros grupos– y en las calles. 

Los delirios de los vencedores de esta batalla no tienen mucho sustento. Kenji Fujimori, por ejemplo, ha calificado en un tuit a los nueve congresistas de su bancada que lo acompañaron en el intercambio de vacancia por indulto como “héroes que salvaron la democracia y cambiaron la historia. Mi eterno agradecimiento por su valentía”.  

En verdad, la democracia nunca estuvo en peligro y anunciar como un cambio de la historia lo que el sociólogo Sandro Venturo ha denominado un cambalache de “dos ancianos que hablan de la gobernabilidad y la reconciliación cuando lo único que buscaba uno era tapar sus negocios y, el otro, salir por fin de la cárcel” es, por decir lo menos, estrambótico. (“Perú21”, 30/12/2017). 

Alberto Fujimori se ha manejado con discreción hasta ahora y ha tratado de mantener la apariencia de su grave estado de salud para no irritar más a los sorprendidos antifujimoristas que ingenuamente creyeron en el PPK impostado de los discursos previos al indulto. 

Esa será también una limitación para su actividad política. No podrá exhibirse demasiado y tendrá que actuar, por lo menos durante un tiempo prudencial, en la sombra, so riesgo de perjudicar gravemente a PPK y su ficción del indulto médico. 

Pero sus seguidores y Kenji no manifiestan la misma prudencia y siguen a la ofensiva tratando de atraer a su bando a más congresistas y reemplazar en la dirección a los adeptos a Keiko. Pronto esa disputa se hará evidente también en la estructura partidaria de Fuerza Popular. 

En la ciudadanía, Kenji ha superado por primera vez a Keiko en aceptación, 33% a 29%, según la encuesta de Ipsos (El Comercio, 30/12/2017) pero entre los votantes del fujimorismo Keiko (42%) supera largamente a Alberto (26%) y Kenji (13%). 

Esa disputa entre las facciones del fujimorismo, con altibajos, persistirá durante mucho tiempo. 

Uno de los puntos inmediatos a resolver es si el respaldo de Alberto y Kenji al Gobierno llegará hasta su participación en él. Los keikistas no lo harán y se mantendrán en la oposición.  

Con el apoyo del albertismo, PPK tratará de rearmar sus maltrechas filas, aunque es muy difícil que logre componer un equipo que sea algo más que mediocre. Su tensa relación con Aráoz y las apetencias de sus congresistas tampoco ayudan. 

Un problema insoluble para PPK es el abrupto descubrimiento de que no es lo que fingía ser, sino algo totalmente distinto. ha expresado la decepción de muchos: “bajo el manto del tecnócrata honrado y eficiente, formado en el mundo financiero internacional, se ocultaba un criollón sinvergüenza, ávido de dinero, poder y fama; incapaz de contener sus apetitos pero muy hábil para simular una fachada de buena voluntad y candidez” (El Comercio, 3/1/2018). 

No obstante, muchos aparentan no darse cuenta, ya sea por oportunismo, porque disfrutan de ventajas al lado del Gobierno, o porque creen que para mantener la estabilidad es necesario cerrar los ojos ante la corrupción. 

En síntesis, es probable que el nuevo Gabinete sea solo parchado y remendado, ante la dificultad de conseguir un equipo armonizado y competente.