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Empezó el invierno

Empezó el invierno

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El déficit fiscal es un término irrelevante para el ciudadano común. No tiene la celebridad del PBI, no se siente tan personal como el sueldo mínimo y ni siquiera lleva una carga histórica tan poderosa como la inflación. De hecho, hasta hace apenas unos años, ni siquiera aparecía en la prensa. Quizás porque, como pasa con nuestra salud, es de esas cosas de las que solo empezamos a hablar cuando comienzan a agravarse.

En términos sencillos, el déficit fiscal revela en qué medida un país está gastando más dinero del que ingresa en sus cuentas. Como han explicado los expertos, es un indicador que suele ser visto por los agentes económicos extranjeros con atención para, entre otras cosas, tomar decisiones de inversión. Sin embargo, tal vez su función más importante sea la de retratar cuán responsables están siendo las autoridades de un país en el manejo de sus finanzas, un asunto para los peruanos, especialmente luego de lo vivido en la década de los 80, no debería ser poca cosa.

El problema es que, independientemente de la situación económica que heredó (los rezagos de una pandemia y un antecesor de una irresponsabilidad incorregible, nada menos), la presidenta Dina Boluarte no ha querido tomarse en serio el déficit fiscal. En el 2023 y en el 2024 –los dos años que gobernó enteramente, de enero a diciembre– el Perú incumplió su propio límite de déficit fiscal (es decir, gastó mucho más de lo saludable) y este año, ante la posibilidad de marcar un ‘hat trick’, no ha tenido mejor idea que anunciar un cambio en la regla. La lógica, como ha descrito más de un especialista, es más o menos esta: dado que no puedo cumplir mis propios límites, los elevo. Una estratagema que también efectuó el año pasado, pero que ni así le rindió frutos.

Hasta cierto punto, creo que es entendible que, por apetitos políticos pedestres, a un presidente no le interese cuidar el déficit fiscal, más aún si –como ocurre hoy– se trata de uno tan impopular al que la posibilidad de abrir la cañería del gasto resulte tentadora. También encuentro lógico que, por el mismo motivo, a los congresistas el tema les traiga sin cuidado, más aún si –como ocurre hoy– están buscando su reelección y saben que existen pocos argumentos más poderosos para atraer el voto que un mayor reparto de dinero. Lo que sí me parece insólito es que el ministro de Economía, que debería ser el encargado de cuidar las finanzas del país, mire hacia el costado sin rechistar.

En su primer mes en el cargo, Raúl Pérez Reyes ha dado un giro de varios grados en la postura que delineó su predecesor, José Salardi, y se ha mostrado como un ministro de Economía perfecto para el último año de Boluarte, uno en el que, como sabemos, ya no podrá disolver el Congreso, por lo que quedará a merced de los legisladores. Sus declaraciones no dejan lugar a dudas. Sobre la decisión del Parlamento de reducir los ingresos del Ejecutivo para dárselos directamente a las municipalidades –lo que empujará al primero a buscar dinero en otro lado–, ha dicho muy tranquilo que no tendrá impacto fiscal. Sobre la regla fiscal de 2,2% del PBI para este año, ha anunciado que, mejor, se cambiará a 2,8%, para no “desacelerar” la economía. Además, como si ya no estuviéramos gastando más de lo debido, ha adelantado que se viene un nuevo crédito suplementario para las regiones. Y no parece que esto será todo. Con un gobierno impopular que en menos de dos meses quedará desarmado y con un Congreso ávido de votos y sin rigor técnico, el futuro de la salud financiera del Perú se asemeja al de ese equipo que va perdiendo por tres goles y le expulsan al arquero. No es casualidad que en estos días la Comisión de Trabajo haya aprobado un proyecto de ley para darles gratificaciones y CTS a los trabajadores CAS del sector público (que los expertos calculan que le costará al Estado unos S/3 mil millones), y que la respuesta del Ejecutivo haya sido un anuncio realizado desde el hemiciclo por el jefe del Gabinete, Eduardo Arana, de que presentarán una iniciativa para elevar también los beneficios de los trabajadores del régimen 726.

Ojalá me equivoque, pero mucho me temo que el primer mes de Pérez Reyes en el MEF no solo indica que el invierno ya llegó, sino que será bastante más crudo de lo que hemos visto hasta ahora.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

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