La tradición más popular para cerrar el Año Viejo es quemar muñecos de los personajes más odiados. Ninguna sorpresa: por lejos, el muñeco de fue el más requerido. Incluso en Pisco se armó uno de más de siete metros para que el fuego durara más y se viera desde más lejos.

En cada uno de los muñecos de Dina se resume el porqué de la indignación popular. En todos aparecen los Rolex y en la mayoría hay pegados “billetes” de S/10, rememorando la tontería provocadora de que con ese dinero “se puede preparar sopa, un plato de segundo y hasta un postre”.

Hay decenas de cosas que no se pueden graficar de esa manera, pero que dan cuenta de sus prioridades. Destaca el proteger a dos prominentes prófugos de la justicia: uno, su mentor político; el otro, su hermano. Tampoco se puede graficar su frivolidad, porque las arrugadas fotos no permiten mostrar el antes y después de su rostro. Súmense decenas de declaraciones agresivas, mal concebidas cortinas de humo, groseras difamaciones y no pocos desagradables etcéteras, y el perfil de Boluarte en el 2024 se termina de dibujar.

¿Qué pasará con ella en el 2025? Quizás lo único que puede aliviar en algo ese desprecio tan intenso sea la recuperación económica, esencialmente consecuencia de la resiliencia de una economía que permite que la inversión privada mueva los motores del país, aun en las peores circunstancias. Que la velocidad podría ser mucho mayor si no la tuviésemos a ella y a sus amigotes del Congreso es tema aparte.

También hay factores que la jalan a la baja. Para empezar, ella misma, que da la impresión de ser incorregible. Actúa igual que Pedro Castillo cuando las trapacerías que estaba haciendo se fueron conociendo y su principal motivación era salvarse. Para ello se abusa del poder y se ejecutan venganzas. Boluarte trata de disimularlo con una soberbia inversamente proporcional a su 3% de aprobación.

Entre tanto, el crimen y la violencia se enseñorean en el país y no hay indicio de que ello pueda amenguar. Más bien, las cifras del 2024 fueron mucho peores que las del 2023 y haciendo lo mismo con los mismos solo se puede esperar lo peor.

Sus ministros son otro lastre del que no quiere y probablemente no puede desprenderse. Con particularidades en cada caso, los más tóxicos son, sin duda, Santiváñez, Demartini y Quero.

Estas y otras cosas explican por qué está al borde de la nada en aprobación y no porque alguien lo invente, como ella difama, sino por sus propios actos y dichos, incluido aquel de que cuando le “pongan 00 estaremos empatados y nos vamos a penales”. Interprete cada uno qué cosa quiso decir.

El día clave para su destino es el 9 de abril, cuando se convoquen las elecciones generales del 2026. A partir de entonces, si la vacan, los congresistas no ponen en riesgo su sueño (y nuestra pesadilla) de que todavía estarán 15 meses más destruyendo al país. Pero casi todos los 130 otorongos quieren la reelección y, la mayoría de ellos, en cualquier partido. Pero, como habrá miles de candidatos compitiendo por el voto preferencial, su asociación con el peor Congreso que se recuerde y con la presidenta más odiada no es precisamente una buena carta de presentación.

Creo que buscarán sacarla y poner un año de distancia. Suficiente, creen, para que una opinión pública poco memoriosa olvide sus nexos con ella y, así, puedan seguir haciendo de las suyas por otro lustro.

La otra variante de lo mismo, pero mucho menos eficiente, es mantenerla, pero hacerle la vida a cuadritos para que algunos incautos piensen que están indignados con ella y con los estropicios de su .

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.



Carlos Basombrío Iglesias es analista político y experto en temas de seguridad

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