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Otra línea roja para Netanyahu
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Para el Gobierno de Israel, el destino de los secuestrados por aquel fatídico 7 de octubre del 2023 dejó de ser relevante. No es su prioridad hace tiempo, sino una mera justificación para poder reconfigurar el balance geopolítico en el Medio Oriente, y eso lo saben, lamentablemente, los familiares de los 50 rehenes que continúan en la franja de Gaza, cuyas voces son cada vez menos escuchadas.

Por más que los funcionarios de digan que no cesarán la guerra hasta que sus objetivos se cristalicen, es decir, recuperar a los rehenes y sacar a Hamas de la franja, sus objetivos han ido bastante más allá: una guerra abierta con Irán que descabezó su aparato militar, ataques al Líbano y a Siria, además de prácticamente arrasar con toda Gaza y forzar el desplazamiento masivo de dos millones de personas que se mueven hacia donde les entregan (o arrojan) los alimentos.

Irán, por supuesto, era el hilo de la madeja pues alimentaba, sobre todo, a Hezbolá en el Líbano, a Hamas y a los hutíes de Yemen (que no han perdido fuerza). Sin embargo, el régimen teocrático de Teherán continúa y su programa nuclear solo sufrió rasguños.

Entre tanto, lo que queda de Hamas –Israel mató a casi todos sus líderes con una precisión milimétrica que no mantiene cuando bombardea hospitales o mercados– ha entrado en negociaciones indirectas con Israel bajo la mediación de Qatar, Egipto y Estados Unidos para llegar a un cese de las hostilidades, que en 21 meses de destrucción ha acabado con la vida de 58.000 palestinos en la franja de Gaza.

Pero las conversaciones siguen estancadas. Hamas indica que Israel insiste en mantener sus fuerzas militares en más del 40% del territorio gazatí, mientras que Israel reclama que Hamás no quiere hacer concesiones ni aceptar ni siquiera la oferta qatarí, su aliado.

Mientras el diálogo de sordos continúa y todos siguen haciendo cálculos, los daños colaterales siguen presionando a una población que está al límite. El jueves, un tanque israelí atacó directamente la Iglesia de la Sagrada Familia, el único templo católico en Gaza, donde apenas hay unos 200 fieles en un territorio de mayoría musulmana.

La iglesia fue un símbolo para el papa Francisco, quien llamaba todos los días a los fieles hasta el día de su muerte. El ataque, contra todo pronóstico, ha unido en reclamos a los católicos que guardan el legado de Francisco como a sus más severos críticos, como el excomulgado arzobispo Carlo María Viganó, que no dudó en señalar a Israel como un “Estado asesino”, y que se ha sumado al coro de voces ultraconservadoras en el mundo que ya no dudan en cuestionar severamente las motivaciones de Benjamín Netanyahu.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Gisella López Lenci es Periodista

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