El 29 de agosto, el calendario litúrgico celebra el martirio por degollamiento de (San) Juan (el) Bautista. Un primo de Jesús que predicaba en contra del matrimonio del rey Herodes con su cuñada. La historia bíblica refiere que Herodes no quería cortarle la cabeza a Juan, pero le había prometido a Salomé, la hija de su cuñada, “lo que quisiera” a cambio de que ella bailara frente a los invitados en uno de sus banquetes.
Salomé bailó y “lo que quiso”, aconsejada por su madre, fue la cabeza de Juan, la misma que le fue entregada, prestamente, en una finísima bandeja.
El lunes, la víspera de lograr una investidura parca y forzada, la primera ministra dijo en Palacio de Gobierno que “una líder de un equipo jamás entregaría una cabeza o más cabezas dentro de su equipo, para salvar la suya”. Jara respondía así, con esa reminiscencia bíblica, a la condición de la oposición de que el Gobierno remueva al titular de Energía y Minas, Eleodoro Mayorga, para poder otorgar el voto de confianza que el Gabinete solicitaba.
Es probable que mientras negociaba votos a cuentagotas, la ministra Jara imaginara la cabeza de Mayorga, cual trofeo, en manos de sus opositores; sin embargo, ni Jara es reina ni Mayorga es predicador, y a diferencia de Salomé, la oposición no sabe dónde tiene el ombligo.
Lo cierto es que los cuestionamientos concretos que se le han planteado al titular del Minem no han sido aclarados de manera eficiente ni por el Gobierno ni por él mismo, y ni el presidente ni la primera ministra han sido explícitos a la hora de respaldarlo.
“A través de los mecanismos de control constitucionales, los congresistas tienen la interpelación, la estación de preguntas y la censura”, añadió Jara segundos después de defender la cabeza de los integrantes del equipo que René Cornejo le heredó. De esa manera, la ministra le endilgaba a la oposición la tarea que ella no es capaz de ejecutar: Sacar del Gabinete a un ministro que hace irrespirable el ambiente político del país.
Entonces Jara no es Herodes, pero sí es Pilatos. Y esa actitud, la de lavarse las manos antes que resolver un tema que mantendrá enfrentados al Gobierno con las fuerzas políticas y la prensa, podría ser una visión de lo que será su gestión: mucho diálogo, pero poca capacidad de decisión; mucho cargo, pero ínfimo poder.
Entre tanto, el ministro Mayorga sigue sin renunciar y se mantiene aferradito a un cargo que tendrá que dejar de todas maneras. La verdad, el titular del Minem también desconcierta: Seguramente él necesita limpiar su nombre, pero el país necesita estabilidad y armonía para dejar atrás los problemas que nos han llevado al estancamiento económico.
El Gabinete Jara pasó la barrera de la desconfianza con los votos, interesadísimos, de Carmen Omonte y Fredy Otárola; dos ministros que también son congresistas y que fueron al pleno a votar por ellos mismos. La turbación fue tal que tras el voto dirimente de la presidenta del Congreso, la bancada oficialista ni siquiera aplaudió. La primera ministra no convenció a ninguno de los grupos opositores; los que no votaron en contra se abstuvieron. Y ese clima solo aporta desconfianza y frío a la economía.