Maite  Vizcarra

Definitivamente, la generativa está rompiendo varios supuestos de nuestra vida moderna tal y como la veníamos entendiendo, y esto abarca varias esquinas de la vida: la , el trabajo y hasta la misma noción de humanidad.

A tal punto llega el impacto que varios intelectuales se han lanzado a predecir escenarios que oscilan desde los paisajes más descorazonadores hasta los verdaderos paraísos de la comodidad. Uno de esos intelectuales es el sueco Nick Bostrom, que hasta hace poco era la cara visible del Instituto del Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford, un centro ideado para anticipar cómo la afectará a la condición humana y que cerró a finales de abril en circunstancias aún no muy claras. En su último libro, “Deep Utopia. Life and Meaning in a Solved World”, Bostrom se muestra muy optimista respecto del impacto de la IA en nuestras vidas, y describe una realidad cómoda en la que todo está hecho y donde la humanidad resuelve todos sus apremios gracias a la presencia de una “superinteligencia” que nos convierte en “sociedades zoológico” en las que estaremos esperando paciente y remolonamente que todo nos lo alcancen, en respuesta a cualquier pedido que le hagamos a la IA.

Si bien esta realidad puede resultar polémica, por situarnos en un escenario en donde convendría preguntarse quién nos gobernaría y cómo, nos confronta, por otro lado, con la evolución impostergable que ciertos sistemas tendrán que enfrentar. Como ya se intuye, uno de esos sistemas será la , y aunque en esta columna suelo deslizar varias pistas de esa posibilidad, hoy quisiera destacar una que resulta de una invocación con la que Gonzalo Zegarra cierra su libro “La democracia del clic y del : tenemos que encontrar la manera de potenciar la democracia con las enormes posibilidades que la IA nos ofrece, sin que ello suponga renunciar al sustrato mismo de lo que implica vivir en democracia. Y esto implica, según Zegarra, “que la tecnología se ponga al servicio de la funcionalidad democrática, de la convivencia civilizada y las libertades”. En otras palabras, si, como Bostrom pronostica, viviremos en un entorno en donde lo urgente y los apremios de la vida diaria serán resueltos por la IA.

¿Cómo se hace eso? Si vamos a lo básico, la democracia se basa en la idea de que el pueblo es soberano; es decir, que todas las personas tienen, de manera distribuida y compartida, la soberanía de una nación.

Esto requiere un grado muy elevado de implicación por parte de los ciudadanos, que no es posible exigir por cómo hemos configurado nuestras sociedades actuales. La manera en la que la soberanía popular se ejerce en la actualidad es a través de una intermediación de representantes políticos que toman todas las decisiones mediante la acción de gobierno.

Una alternativa a esa situación puede ser la ‘democracia fiduciaria’ tal y como la propone Zegarra, y podríamos plantear otros mecanismos de intermediación. Por ejemplo, podríamos tomar las propuestas de los programas electorales de todos los candidatos y, con la ayuda de la IA, encontrar puntos de coincidencia. En ese nuevo universo, cada persona podría usar una plataforma IA para construir su propio programa de gobierno colaborativo que mezcle propuestas de todos los candidatos. Estaríamos ante una democracia más perfilada en la que hay “una responsabilidad individual mayor”, porque la gente votará por las propuestas concretas que ellos hayan identificado con ayuda de la IA, y escogiendo lo que consideran mejor, y no delegando la responsabilidad a otras personas. No es ficción y podría ser posible en el 2026.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Maite Vizcarra es Tecnóloga, @Techtulia