(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Alfredo Bullard

Friedrich von Hayek habla de las “palabras comadreja” o “envenenadas”. Son términos que agregados a otra palabra la convierten en exactamente lo contrario.

Una de esas palabras es “social”. Añada social a otra palabra y mágicamente la convertirá en su antónimo.

Democracia social es un sistema que traslada a la decisión sobre quién gobierna no a los ciudadanos sino a un aglomerado impreciso e inidentificable que se arroga la posibilidad de gobernar al margen de la verdadera voluntad popular.

Justicia social es la negación de la auténtica justicia, de la justicia “a secas”. Es un sistema en donde lo que es justo responde al sentimiento de la mayoría y no a los derechos de los individuos, los que pueden ser avasallados en la búsqueda de un supuesto fin superior.

Un derecho social es justamente un no derecho, quitándole la esencia individual a toda titularidad para difuminar sus límites y alcances en un abstracto indescifrable donde nada es de nadie y todo es de todos.
La propiedad social velasquista no fue sino una forma grosera de confiscación de la propiedad a sus titulares legítimos para desaparecerla.

Y el término “seguridad social” no se libra del efecto “comadreja”. Los sistemas de seguridad social han sido un simple juego de pirámide, un CLAE legalizado y forzoso, que conduce inevitablemente a la quiebra del sistema. Nada más inseguro que la seguridad social.

Siempre he estado en contra del ahorro forzoso. Creo en una sociedad de personas libres y responsables. Es cada uno, y no el Estado, el que debe decidir cómo y para qué ahorrar. El paternalismo de forzar a protegernos ahorrando nos convierte en individuos irresponsables e incapaces de beneficiarnos de nuestros aciertos y de responder por nuestros errores. Por eso no creo en el sistema de seguridad social pública como tampoco creo en el sistema de AFP. En ambos, el punto de partida es el paternalismo.

Pero hay que reconocer que, al menos, el sistema de AFP fue un intento de mejorar parte de lo que estaba mal, retirando la palabra “social” del lado de “seguridad”. El uso de un fondo individual nos devolvió en parte la posibilidad de ser responsables a través de nuestra elección, para elegir el destino que consideráramos mejor para nuestros ahorros. Por supuesto que es posible (y probable) que cometamos errores. Es consustancial con la naturaleza humana. Pero es mejor pagar por nuestros errores que por los ajenos. Porque no hay nada peor que pagar los platos rotos por otros.

El sistema de AFP al menos genera competencia. Al cambiar un sistema monopólico estatal por uno competitivo, teníamos la oportunidad de mejorar por nuestras propias decisiones.

La propuesta de la Comisión de Protección Social (otra vez la “palabra comadreja” se cumple, pues estamos ante una comisión que en realidad nos trae desprotección a nuestro ahorro) es un disparate sin pies ni cabeza. Con el argumento de crear competencia, crea en realidad un monopolio de dos caras: una para quitarnos a los ciudadanos el derecho a elegir y la otra para limitar la competencia entre las AFP convirtiéndose en un monopsonio de entrega de fondos.

Usted ya no elegirá su AFP. Enfrentará un monstruo parecido a la ONP en el que, como buen organismo de seguridad social, ya nada es de nadie y todo es de todos. Por supuesto que un ciudadano puede equivocarse al elegir su AFP, pero los funcionarios de una nueva versión de la ONP se van a equivocar. No tienen incentivo para hacer lo correcto. Será el Estado el que tendrá nuestros ahorros bajo su control. Le pregunto: si el Estado creara una AFP social, ¿le entregaría voluntariamente sus aportes? Yo ni loco. Nunca hubiera entregado voluntariamente un centavo al sistema estatal de seguridad social.

La socialización de nuestros ahorros es entregarlos al clientelismo, al populismo o ambas cosas a la vez. ¿Tiene alguna duda de que este u otro gobierno echará mano de nuestros ahorros cuando tenga un problema fiscal como se hizo sin asco en Argentina? ¿O que mañana el gobierno no expropiará nuestros fondos para gastarlos en aumentar su popularidad? Y es que la idea de “responsabilidad social” no es sino convertirnos a todos en unos irresponsables.

Quitarnos la decisión sobre nuestro dinero es robar. Y, como dice el dicho, “el Estado persigue el robo porque no le gusta la competencia”.