Cuando en el 2013 Jorge Lanata (el iconoclasta y destacado periodista argentino fallecido hace pocos días) recibía uno de los premios Martín Fierro, acuñó el término ‘grieta’ para referirse a la profunda división que el ‘kichnerismo’ generaba en aquel entonces, como el fenómeno más grave que afrontaba su país.
Lanata transmitía su preocupación por una división casi insalvable para la Argentina, que incluso iba más allá de temas políticos y económicos, y en medio de una corrupción descontrolada.
Diez años después, una masa de votantes en promedio mucho más joven y menos tolerante con la criminalidad política, la disfuncionalidad del Estado y el manejo económico desastroso construyó su propio ‘outsider’ y puso en la Casa Rosada a Javier Milei.
Viene esto a colación no solo por la penosa partida de Lanata, sino por la reflexión en torno al 2025, año preelectoral, y el futuro del Perú.
Tenemos, por cierto, más de una grieta; pero, a diferencia de las que hemos estado acostumbrados a hablar en los últimos 30 años (ingresos, calidad de vida, acceso a servicios públicos, Lima vs. regiones, formalidad vs. informalidad, fujimorismo vs. antifujimorismo, etc.), el año que inicia consolida una que, a mi juicio, ha de liderar el ránking de nuestras divisiones por un buen tiempo: legalidad vs. ilegalidad.
En el Perú del 2025, la ilegalidad (o criminalidad, si se quiere) ya no solo se expresa aislada o soterradamente. Tiene nombres y apellidos. Ejerce y comparte el poder en diferentes entidades públicas nacionales y subnacionales. Negocia, transa y decide. Tiene armas y milicia propias. También medios de comunicación. Controla territorios y cuenta con una masa crítica poblacional importante como para reducirle progresivamente el espacio a la legalidad.
Si esta nueva grieta es consecuencia o fusión de algunas de las anteriores, será una respuesta pendiente para los científicos sociales. Lo cierto es que el futuro político y, por cierto, la campaña electoral que se inicia este año estarán atravesados y condicionados por esta realidad.
¿Será posible que, al menos parcialmente, la política en el Perú se vacune de la gran ilegalidad? O es uno de esos casos en donde aplica el refrán: “Si no puedes con tu enemigo, mejor únete a él”. Por lo que hoy se ve, es la claudicación lo que tenemos en frente.
Que el 2025 nos provea de una mínima dosis de cariño por el país, y la suficiente capacidad y creatividad, para asumir y resolver esta enorme grieta que llegó para quedarse. ¡Feliz año!