Óscar Maúrtua ya había sido ministro de Relaciones Exteriores entre el 2005 y el 2006, durante el Gobierno de Alejandro Toledo. (Foto: Presidencia Perú).
Óscar Maúrtua ya había sido ministro de Relaciones Exteriores entre el 2005 y el 2006, durante el Gobierno de Alejandro Toledo. (Foto: Presidencia Perú).
/ Jose Luis Cristobal
Martín  Tanaka

La semana que pasó ha sido clave para entender mejor el panorama político. Esta semana también será crucial, pues es ante el y el planteamiento de la cuestión de confianza.

Quienes pensaban que la conformación del Gabinete Bellido era parte de una estrategia de confrontación para forzar censuras ministeriales y así presentar cuestiones de confianza que habiliten la disolución del Parlamento, deben revisar sus diagnósticos. Ante los previsibles cuestionamientos al ministro , lo que primó fue la confusión, la falta de una respuesta mínimamente articulada y, luego, la simple concesión, aun cuando muchos de los cuestionamientos al excanciller se hayan basado en abiertas falsedades y sin que haya tenido oportunidad de presentar sus descargos. Al haberse producido las cosas de ese modo, el Gobierno terminó dándole una victoria a los sectores de oposición más macartistas e intolerantes. Es muy preocupante para nuestro futuro que el discurso político de este sector se haya “normalizado” en nuestra comunidad política.

En segundo lugar, el nombramiento de confirma que, antes que un ánimo confrontacional, lo que hay es una igualmente preocupante ausencia de rumbo definido. y llegaron al poder casi por accidente, desde una base muy precaria. Y así como no es verosímil que fueran capaces de armar una sofisticada operación de fraude electoral sin dejar absolutamente ninguna huella, tampoco lo han sido de armar un Consejo de Ministros articulado con personal calificado y de tener una capacidad de respuesta mínima ante los muchos cuestionamientos que generaron los nombramientos. Esto no quita, por supuesto, que expresen al mismo tiempo a los sectores más radicales y antisistema de la izquierda peruana.

En cuanto a la opinión pública, un cuarto de los ciudadanos ha asumido una postura de derecha extremista: en la encuesta de agosto del IEP se evidenció que un 27% prefiere que se ; un porcentaje cercano al 24,2% en las últimas elecciones. Un 18% sigue a un oficialismo ingenuo, pensando que lo que corresponde es “que mantenga a todos”, mientras que un 52% prefiere que se “cambie a algunos”. ¿Cuál es el correlato en el Congreso? Podría decirse que la oposición extremista cuenta con cerca de 50 votos –los de Fuerza Popular, Avanza País, Renovación Popular y unos cuantos de Acción Popular y Alianza para el Progreso (un 38% de los representantes)–, a la luz de votaciones recientes, como la que aprobó la conformación de una sobre las elecciones pasadas o la de la moción que exhortaba al presidente a considerar la “idoneidad moral” de los ministros antes de ser designados. El oficialismo contaría con unos 42 votos (Perú Libre y Juntos por el Perú), un 32% de los congresistas. Mientras que el centro, con unos 38, un 29% del total (Acción Popular, Alianza para el Progreso, Somos Perú-Partido Morado y Podemos Perú).

De estos números, deberían salir dos grandes conclusiones provisionales. De un lado, la oposición extremista está por ahora lejos de los 87 votos necesarios para hacer creíble la amenaza de la declaratoria de vacancia presidencial, pese a su locuacidad y al protagonismo excesivo que le conceden algunos medios de comunicación. En este marco, cabe preguntarse si la oposición seguirá el liderazgo de parlamentarios como Jorge Montoya, José Cueto o José Williams, o si podría surgir otro tipo de oposición más razonable y con mayores habilidades políticas. La proximidad de las elecciones regionales y municipales podría estimular algún grado de diferenciación. Del otro lado, está claro que el oficialismo está lejos de la posibilidad de construir una mayoría que le permita gobernar, por lo que un acercamiento a bancadas como las de Acción Popular o Alianza para el Progreso resulta ineludible. La postura moderada dentro del Parlamento requiere urgentemente de voceros visibles y articulados. El papel de la presidenta del Congreso, María del Carmen Alva, es crucial, así como el del vocero de la bancada de Alianza para el Progreso, Eduardo Salhuana.

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