José Carlos Requena

Finalmente, el martes 3 se produjo el largamente rumoreado cambio de . A pesar del manoseo previo, su concreción no dejó de parecer precipitada. La súbita confirmación de media mañana del martes anunciaba la ceremonia para el mediodía.

¿Qué trajeron los cuatro cambios en el grupo liderado por el presidente del Consejo de Ministros Gustavo Adrianzén? Un primer dato a considerar es que al menos dos de los más locuaces ministros dejan el Gabinete ( y ), como si hubiera algún celo, reciente o de larga data, en el entorno presidencial sobre la figuración de ambos.

Ambos ministros, además, solían mencionarse como posibles sucesores de Adrianzén. La sospecha puede resultar injusta en el caso de Pérez de Cuéllar, una ministra que cumplió un desempeño técnico, solo parcialmente desdibujado por sus últimos dislates que promovían la oración y la fe.

En cambio, parecen más certeros respecto de González-Olaechea, cuya gestión estuvo salpicada de dimes y diretes, incluso lindantes con la impertinencia, como sus sonadas alocuciones en los días nacionales de Canadá y Francia. Su remoción ha causado reacciones, sobre todo en los sectores que celebraron su intervención sobre la situación en Venezuela en la sesión de urgencia convocada por la OEA.

Como para acrecentar el presunto celo presidencial, tanto Pérez de Cuéllar como González-Olaechea figuraban entre las 30 personas más poderosas de la encuesta anual de “Semana Económica” e Ipsos (puestos 16 y 28, respectivamente). En todo el tiempo que viene haciéndose la encuesta, no se recuerda predecesores de ambos sectores en una situación similar.

Por lo demás, ninguno de los ministros cuestionados por amplios sectores de la ciudadanía ha sido removido. Por ello, el cambio quizás tenga un efecto de gesto tribunero, sin mayores consecuencias.

Los reemplazos, en cualquier caso, guardan un perfil mayoritariamente técnico: profesionales con larga trayectoria sectorial que reciben un encargo con el que podrían coronar sus carreras.

No obstante, este perfil técnico podría provocar algunos flancos en un futuro no tan lejano, similar al que ya se originó por las primeras declaraciones del estrenado canciller Elmer Schialer. Lo dicho por él (que la situación de Venezuela la resuelven los venezolanos) es muestra de un indudable realismo, pero contrasta con la grandilocuencia inútil de su predecesor. Al final de cuentas, ha pasado ya más de un mes y Nicolás Maduro permanece en el cargo.

En la dinámica en el interior del Gabinete tampoco hay variaciones. Al remover a ministros con voz propia, desaparecen personajes que hacían sombra. Los waykis presidenciales, aquellos que cuentan con la anuencia de la jefa del Estado y su poderoso hermano (puesto 12), parecen haber ganado más espacio. Los días y hechos por venir confirmarán o despejarán estas sospechas.





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José Carlos Requena es Analista político y socio de la consultora Público