Una de las primeras frases que aprendió mi esposo angloparlante en nuestro idioma fue “todo bien”. No se la enseñé yo, pero en pandemia debe haberme escuchado repetirla unas 100 veces al día como mantra tranquilizante.
En medio del profundo deterioro de nuestras cuentas fiscales, parece que el ministro Gustavo Adrianzén ha encontrado su propio mantra, pues esta semana afirmó que el déficit fiscal –el indicador que muestra en qué medida los gastos del Estado superan sus ingresos– está “perfectamente controlado”, en respuesta a las fundadas preocupaciones del nuevo presidente del Consejo Fiscal, Alonso Segura, respecto de la sostenibilidad de las finanzas públicas.
Si no hay razones para preocuparse del aumento constante del déficit durante los últimos tres meses, no quiero ni imaginar cómo se vería un desbarajuste en las finanzas públicas desde su perspectiva, tomando en cuenta que en el 2023 este indicador superó el nivel máximo permitido por las reglas fiscales por primera vez en 22 años.
No se entiende cómo Adrianzén y el ministro Arista se muestran tan tranquilos, pese a que el déficit ha aumentado a 3,6%, lejísimos del tope del 2% para este año y del nuevo techo del 2,5% que busca fijar el MEF. Parece que ambos están continuando el estilo de Alex Contreras, que se especializó en intentar negar la realidad que mostraban las cifras, como si negar que las llamas a nuestro alrededor vayan a causar un incendio fuera la forma adecuada de apagarlas.
Hoy, Arista será interpelado por el Congreso y, a juzgar por la poca seriedad con la que suele abordar los cuestionamientos, no podemos esperar mucho de sus respuestas. No obstante, es indispensable que, más que tratar de tapar el sol del desbarajuste fiscal con un dedo, muestre un diagnóstico realista, presente medidas concretas para reducir el desequilibrio fiscal y, más importante, haga un llamado al Congreso a no complicar aún más las finanzas públicas.
Este emplazamiento en nombre de la sostenibilidad fiscal se hace necesario porque el Congreso tiene una larga lista de propuestas que buscan otorgar más beneficios tributarios a costa de la recaudación o incrementar irresponsablemente el gasto; es decir, ampliar el déficit fiscal. Y se hace aún más indispensable porque el Parlamento está aprobando medidas sin calcular su costo para el Tesoro Público, como la reforma previsional.
El escenario más probable es que Arista vuelva a evitar confrontar con el Parlamento. Por su propio bien, ojalá que esta vez no le salga el tiro por la culata y, pese a su sumisión, termine censurado.