"Mientras que no se sepa lo suficiente sobre el coronavirus —cuántas personas han sido contagiadas, por ejemplo—, será difícil pronosticar el impacto y responder de forma apropiada".
"Mientras que no se sepa lo suficiente sobre el coronavirus —cuántas personas han sido contagiadas, por ejemplo—, será difícil pronosticar el impacto y responder de forma apropiada".
Ian Vásquez

Es muy temprano para saber si la nueva enfermedad infecciosa que ha estallado en —que ha matado a unas 80 personas y se ha esparcido a una docena de países— se volverá pandémica. Ante esa posibilidad, el régimen chino ha puesto en cuarentena a 56 millones de personas.

¿Podrá esa medida extrema reducir el contagio de una manera eficaz? Probablemente no. Unos cinco millones de chinos partieron de la ciudad de Wuhan, el epicentro de la enfermedad, luego de que el coronavirus irrumpiera y antes de que las autoridades impusieran la prohibición de desplazamiento. Esa es una de las razones por las que el historiador médico Howard Markel, experto en cuarentena, advierte que China puede estar sobrerreaccionando. Mientras que no se sepa lo suficiente sobre el —cuántas personas han sido contagiadas, por ejemplo—, será difícil pronosticar el impacto y responder de forma apropiada.

Nunca es buen momento para que aparezca un virus contagioso nuevo, pero la buena noticia es que estamos viviendo el mejor momento en la historia para enfrentar ese tipo de adversidad. Veamos el contexto histórico.

Las pandemias han generado catástrofes por miles de años. La peste negra del siglo XIV mató entre 75 y 200 millones de personas. La pandemia de gripe de 1918 se cobró la vida de entre 40 y 100 millones de personas. Más recientemente, el sida ha causado por lo menos 32 millones de muertes.

El progreso médico, sin embargo, es algo reciente. No fue hasta el siglo XIX que se vieron avances respecto a enfermedades infecciosas, pues se formuló la teoría germinal de las enfermedades que dio lugar luego a las vacunas, los antibióticos y nuevos procedimientos médicos. La viruela acosó a la humanidad desde hace más de tres milenios, pero recién en 1980 se erradicó. Desde la pandemia del sida a principios de los ochenta, se demoró unos 15 años dar con un tratamiento capaz de salvar vidas. El estallido del ébola en África en el 2014 causó cierto pánico, pero no se convirtió en pandemia; se espera que la vacuna se apruebe en Estados Unidos este año.

En la última década, se ha desarrollado un método de edición genética que es revolucionario y de múltiples aplicaciones, incluso para epidemias. Conocido como CRISPR, se refiere a una secuencia en el ADN de bacteria que, los científicos descubrieron, la habilita para protegerse de los virus. Recientemente, los científicos han descubierto cómo manipular ese sistema inmune de tal manera que el CRISPR pueda ser usado con una alta precisión para un sinnúmero de fines.

La tecnología CRISPR podría ser usada para crear antivirales y antibióticos de manera rápida, poderosa y económica. Se podría usar para eliminar enfermedades genéticas en las personas o incrementar el componente nutritivo de los cultivos. Una ventaja de esta tecnología respecto a los gérmenes es que se puede ajustar con precisión a medida que el germen muta y se vuelve resistente a versiones anteriores del medicamento.

Sin lugar a duda, el desarrollo de la tecnología CRISPR es uno de los avances científicos más importantes de los últimos años. Todavía se está poniendo a prueba en los laboratorios y estamos a varios años hasta que se convierta en medicina para uso humano; pero, usada bien, promete convertir las catástrofes ocasionadas por pandemias en una cosa del pasado.

Hasta entonces, lo más recomendable para enfrentar el coronavirus es usar la mejor tecnología disponible, proveer mayor información al público e intercambiar datos sobre la enfermedad de manera transparente con los científicos internacionales. Eso siempre ha contribuido al progreso.

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