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Pedro Castillo: felón y filón
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Pedro Castillo: felón y filón

Pedro Castillo: felón y filón

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No es noticia que el aludido expresidente sea un felón. Lo novedoso es que también se haya vuelto un filón, a saber, “recurso del que se espera obtener un gran provecho”.

Una reciente encuesta de Ipsos para “Perú 21” encuentra que en una hipotética participación electoral de Pedro Castillo, el 15% definitivamente votaría por él y un 22% adicional podría también hacerlo. Ese 37% es más impactante dado que Keiko Fujimori, la que más intención de voto concita llega al 11%, pero pierde en segunda vuelta con los tres que la siguen.

Ahora bien, Castillo no puede candidatear a la presidencia y muy probablemente tampoco al Senado, ya que si bien el Congreso “se olvidó de inhabilitarlo” cuando lo vacó, las posibilidades de que su juicio termine con una bien ganada condena son altísimas, lo que lo impediría.

Aun así, su apoyo a alguna de las candidaturas de la izquierda radical, jugando a ser “la víctima por un Poder Judicial al servicio de los poderosos”, podría colocar en la segunda vuelta a alguno de ellos. Sea a Guillermo Bermejo de Voces del Pueblo, quien estuvo muy cercano a Castillo en la etapa final en la que se cocinó el golpe, o Roberto Sánchez de Juntos por el Perú, que formó parte de su gabinete hasta la caída de su gobierno. El primero de ellos enfrenta un proceso penal que, de concluir en sentencia condenatoria, también saldría de contienda, mas no su partido.

Añádase la actitud frente al golpista por parte de Martín Vizcarra, que sigue en temprana campaña pese a estar inhabilitado por el Congreso y que, quizás en parte por ello, logra concitar simpatías de un sector del electorado. Él sostiene, ahora, que contra Castillo hay una persecución política, llegando a insinuar que si el fuera presidente lo indultaría.

Un cinismo mayúsculo viniendo de quien, si hay justicia en el país, va a ser condenado en el primero de sus varios juicios y deberá compartir domicilio en el fundo Barbadillo con Toledo, Castillo y Humala.

¿Cómo explicar algo tan perturbador como que Castillo se haya convertido en un ‘elector’ importante para el 2026?

Para empezar, recordar que en noviembre, poco antes de su patético y fallido golpe, tenía 26% de aprobación, con picos de 44% en el ámbito rural y 40% en el sur.

En los días siguientes, partidarios de Castillo se lanzaron al vandalismo y varias muertes fueron consecuencia de sus acciones.

A la vez no pocas personas y parte de ellas ajenas a los hechos de violencia murieron por disparos de bala de la Policía o el Ejército, forma de recuperar el orden que contó con el aval, tolerancia y hasta complacencia de la presidenta. Viendo los hechos en perspectiva, allí selló su destino, al punto que el “Dina asesina” la persigue hasta en el Vaticano.

Ahora bien, para lo que aquí concierne, lo ocurrido reforzó en una franja de ciudadanos la percepción de que Pedro Castillo no fue perpetrador sino víctima.

Lo que vino después no ha hecho sino ayudar a esa distorsión de la realidad. De un lado, la frivolidad, mediocridad, mentiras y corrupción de la presidenta del 2%. De otro, la corrupción, el abuso del poder, la impunidad y los privilegios que se autoasignaron en el Congreso del 7%. Entre ambos han conseguido que ahora el 55% piense que lo que hubo fue un golpe contra Castillo.

Somos un país donde la gente casi nunca se expresa en grandes movilizaciones ciudadanas, pero casi siempre el voto se usa para expresar la rabia. Siendo así, hay una minoritaria franja del electorado que, de converger en alguien, tendría una influencia grande en una lid con 43 contendientes.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Carlos Basombrío Iglesias es analista político y experto en temas de seguridad

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