La empresa privada es el gran generador de riqueza y bienestar en un país. De hecho, es gracias a la innovación que permite el capitalismo que el mundo logró los avances en reducción de pobreza y satisfacción de necesidades, como nunca se había visto... hasta que llegó la pandemia del COVID-19. En el caso peruano, el 85% de la reducción de pobreza está vinculada al crecimiento económico; y, sin embargo, para uno de cada dos peruanos, los empresarios en el Perú hacen más daño que bien al país. ¿En qué estamos fallando?
La sostenibilidad se ha convertido en la nueva forma de hacer negocios. Las empresas se están alejando cada vez más de la idea equivocada de que su único objetivo es generar utilidades para los accionistas. Hoy las empresas conscientes quieren lograr un triple impacto: económico, social y ambiental, en todas sus acciones. Para ello es importante que las empresas revisen su propósito de tal manera que se asegure que la búsqueda del triple impacto forme parte del ‘core’ del negocio. Y esto pasa, además, por establecer KPI que no sean solo financieros, porque aquello que no se mide no existe.
Los peruanos tienen la idea de que las empresas en nuestro país priorizan las utilidades por encima del bienestar de sus colaboradores, la calidad de sus productos e incluso de la integridad. Y esto se confirma con los resultados de la Encuesta Global de Integridad 2024 de EY que encontró que el 47% de los encuestados consideraba que los ejecutivos peruanos estarían dispuestos a comportarse de manera no ética a fin de lograr mejorar en su carrera o situación financiera personal.
Por ejemplo, están dispuestos a entregar información falsa a la gerencia, ignorar conductas no éticas en sus equipos e incluso falsificar datos de clientes. Cuando la cultura corporativa es una cultura consciente, los colaboradores de las empresas saben que comportamientos no éticos no serán tolerados. Pero cuando ocurre lo contrario, cuando los CEO y directores de las empresas privilegian los resultados por encima de la integridad, los funcionarios de menor nivel harán lo mismo. Por ello preocupa que uno de cada tres encuestados considere que en su empresa se tolera el comportamiento poco ético cuando está implicado personal de alta posición o de alto rendimiento. Los peruanos no somos ajenos a los escándalos de corrupción. Odebrecht y las empresas que formaron parte del club de la construcción nos mostraron cómo las grandes compañías se pueden coludir para lograr beneficios económicos e inflar presupuestos a través de adendas a los contratos de inversión y arbitrajes donde se compra al árbitro, y que esto se aprobaba al más alto nivel. Pero la corrupción alcanza también a empresas más pequeñas; por ejemplo, a aquellas que son proveedoras del Estado.
Una cultura empresarial consciente está basada en principios, valores, prácticas, hábitos y en la conducta ética de los directivos y los trabajadores de una empresa. Y no importa el tamaño de la empresa, lo que importa es la visión de sus líderes y de cómo esta cale en todos los colaboradores. Entre los encuestados por EY, el 80% considera que es un desafío para las organizaciones en las que trabajan mantener los estándares de integridad en períodos de cambio o de condiciones de mercado difíciles.