Santiváñez recargado

Dina Boluarte se ha burlado de una decisión del Congreso. Y lo peor es que al Congreso parece no importarle. El Ejecutivo ni siquiera se esforzó por guardar las apariencias. No esperaron siquiera un mes desde su salida. La resolución que lo nombra jefe de la Oficina General de Monitoreo Intergubernamental es una timada al control político, un ejercicio de arrogancia y una mofa a los peruanos que padecen en carne propia el flagelo del sicariato y de la extorsión .

Juan José Santiváñez no se fue del Ministerio del Interior por la puerta grande. Fue censurado por su incapacidad y sus malos resultados en la lucha contra la delincuencia. Es cierto que algunas bancadas votaron de mala gana por su destitución. Pero la decisión del Parlamento fue el resultado de un ejercicio de control político, de esos que son tan escasos en los últimos tiempos.

Nadie sabe lo que hará Santiváñez en su nueva oficina. Destinar S/17.568 mensuales en servicios de escudero y operador político es un derroche de dinero que desafía cualquier normativa de austeridad en el sector público.

Supuestamente, el exministro debe “gestionar y organizar la información sectorial” del Ejecutivo, otros poderes del Estado y entidades, a fin de “facilitar la coordinación y articulación del desarrollo de la agenda presidencial”, brindar asesoría y “emitir opinión técnica”. Mucha grandilocuencia vacía para justificar su permanencia en el poder.

Lo cierto es que su nebuloso cargo lo mantendrá cerca de Boluarte. Al primer ministro Gustavo Adrianzén, la noticia le debe haber generado una de sus habituales arqueadas de ceja, pues la presencia de Santiváñez en Palacio sin duda le restará poder. Pero el aprecio por el fajín lo hará soportar la decisión con estoicismo.

La confianza ciudadana hace tiempo que colapsó. Al gobierno no le interesa recuperarla. Solo le preocupa sobrevivir hasta el 2026 y mantener cerca y bien contentos a los incondicionales de la presidenta.