Esta semana, mientras el presidente del Consejo de Ministros, Alberto Otárola, se la pasaba respondiendo preguntas sobre la seguridad con la que contará Paolo Guerrero en Trujillo y la presidenta Dina Boluarte continuaba defendiendo a su hermano Nicanor ante la revelación de que otros cuatro allegados suyos consiguieron contratos con el Estado, este Diario publicó dos noticias muy preocupantes.
La primera de ellas es el descubrimiento de dos casos de sarampión en Lima. Concretamente, en el distrito de Santiago de Surco. El primero corresponde a un joven de 21 años que se habría contagiado en Europa –a donde viajó recientemente– y que no tiene antecedentes de haber recibido la vacuna correspondiente. La segunda es una bebe de 10 meses que no fue vacunada debido a su corta edad. Hasta el momento, no se ha encontrado ninguna relación entre ambos casos. Sin embargo, según han contado fuentes del Ministerio de Salud (Minsa) a El Comercio, hasta el momento han podido detectar al menos otros tres contagiados y vienen monitoreando a más de 30 personas sospechosas de portar el virus. Por lo que existe la posibilidad de que el número de enfermos de sarampión aumente en los próximos días.
Puede parecer que un puñado de casos de sarampión no justifican una cobertura mediática amplia, pero, como ha explicado el viceministro de Salud Pública, Ricardo Peña, una sola persona infectada con esta enfermedad es capaz de contagiar rápidamente a otras 18. De hecho, en la actualidad, es el segundo virus más contagioso del mundo, por detrás del que provoca el COVID-19, y considerando que, según el exministro del sector Víctor Zamora, hoy en día la mitad de los niños menores de 5 años en Lima Metropolitana no han completado su esquema de vacunación contra el sarampión, el campo por el que puede abrirse esta enfermedad es amplísimo.
La segunda noticia preocupante de la semana es el incremento de los casos de dengue. En lo que va del 2024, la Sala Situacional de Dengue del Minsa reporta ya 24.981 de estos y al menos 28 defunciones. Para tener una idea de lo que esto significa, en el mismo período del 2023 (un año en el que, como se recuerda, el zancudo se salió de control y puso contra las cuerdas al sistema de salud de varias regiones del país), se registraron 12.624 casos y 18 muertes. La diferencia es notable. Ayer, además, se confirmaron los primeros dos fallecimientos por dengue en Lima, en los distritos de Jesús María y Villa El Salvador.
Como explicamos en este Diario el 2 de febrero, la situación adquiere una mayor urgencia porque la segunda vez que una persona se infecta con dengue tiene más posibilidades de desarrollar un cuadro grave o, dicho de otra manera, tiene más posibilidades de morir. Por lo que dejar que se repita el escenario del año pasado podría terminar costándole la vida a muchos más peruanos. Por lo pronto, varios de los factores que facilitan la reproducción y el crecimiento del zancudo que transmite el mal están presentes: desde las altas temperaturas que se vienen registrando en el país hasta las copiosas lluvias que esta semana, por ejemplo, inundaron varias calles de Tumbes y Piura.
Entre tanto, como mencionamos al inicio, las autoridades parecen ocuparse de cualquier cosa, menos del sarampión y el dengue. Quizás confiando en que la ciudadanía hoy tiene otras preocupaciones más apremiantes –como la inseguridad ciudadana– o creyendo que el tema no es lo suficientemente grave como para dedicarle un seguimiento exhaustivo. Ello, sin embargo, sería un error y hasta una irresponsabilidad, porque, para cuando despierten de su letargo, ambos males podrían ya estar desbocados. Como saben los médicos, después de todo, a una enfermedad hay que atacarla cuando aparecen sus primeros síntomas. Luego podría ser ya demasiado tarde.